Ante la falta de diálogo, los gobernadores toman distancia de la Casa Rosada

La mayoría no se plegó a la decisión del Presidente de recortar fuerte horarios y suspender las clases presenciales. Mal humor social y actividad económica condicionan las decisiones

CÓRDOBA.- “Al comienzo tenía voluntad de consenso y acercamiento a los gobernadores, con el tiempo parece que capituló”.

La frase es de un ministro político de una provincia grande y peronista y busca graficar cómo está la relación hoy de los mandatarios con el presidente Alberto Fernández. Hay un distanciamiento que es palpable. A diferencia de un año atrás, la mayoría no lo acompañó con la restricción horaria y el cierre de las escuelas.

Los gobernadores –que en ningún caso descartan tener que avanzar hacia restricciones más duras si la segunda ola del Covid-19 mantiene la actual tendencia- optaron por sostener las medidas que habían dispuesto una semana atrás, cuando el propio Fernández fijó una línea que duraría hasta el 30 de este mes.

Las fuentes consultadas por LA NACION en varios distritos coincidieron en que las decisiones no solo se fundamentan en tratar de amortiguar los efectos en la actividad, aunque ese es un punto importante. Los mandatarios ya saben que este año no habrá fondos extras –como en 2020– para las provincias. “Mientras se pueda mantendremos la situación como está, el sector servicios ya sufrió un gran golpe el año pasado. No quiere decir que cuando lo creamos necesario, actuaremos de otra manera”, indicó un ministro salteño.

El vínculo entre los gobernadores y Fernández es fluctuante desde el inicio de su gestión, pero nunca como hasta ahora en materia de pandemia hubo una decisión tan general de no plegarse al pedido de que adoptaran medidas más duras para luchar contra el Covid-19. Seguramente, como pasó en la primera ola, es una cuestión de tiempo que lo hagan, pero ahora optaron por ese camino.

El malhumor social que perciben los funcionarios juega un rol importante. “El modelo del año pasado está agotado, la sociedad está agotada”, dice un cuyano. Las provincias que resolvieron no acompañar se encargaron de hacerlo trascender a nivel nacional. No dudan de la necesidad de las limitaciones (aunque marcan diferencias en función del estrés de sus sistemas sanitarios) sino de la capacidad de hacerlas cumplir sin acelerar conflictos.

Aunque hay un desmarque de la Rosada, no existen acercamientos entre mandatarios ni del mismo partido ni de otro. También LA NACION confirmó que no hubo contactos de ningún gobernador con Horacio Rodríguez Larreta. “Está solo, se enfrenta con Axel (Kicillof) solo”, resume un colaborador del Jefe de Gobierno porteño.

El nombre del gobernador bonaerense también provoca ruidos entre varios de sus colegas, no por Kicillof en sí mismo, sino porque entienden que representa el ala dura del kirchnerismo que es un obstáculo para que Fernández consolidara una alianza con los mandatarios. “Alberto sigue la estrategia armada por ‘El Flaco’ [en alusión a Néstor Kirchner], quien era más amplio, con quien se podía hablar, pero que ella [Cristina Kirchner] llevó al extremo. El libreto es todos los días buscar una confrontación”, interpreta un cordobés. Córdoba es una jurisdicción históricamente crítica de los K y no apoyó a Fernández en la campaña.

Es Eduardo “Wado” de Pedro, el ministro del Interior, el interlocutor de los gobernadores. Incluso los de la oposición lo consideran “razonable”, pero admiten que a veces se avanza en determinados temas y después no terminan de cuajar.

En lo que hace puntualmente a las últimas medidas tanto el titular de Educación, Nicolás Trotta, como la de Salud, Carla Vizzotti, habían compartido datos y cruzado posiciones con sus colegas provinciales. Ambos quedaron desautorizados horas después de esas conversaciones.

“Autonomía” es un término que en las últimas semanas se escucha más entre funcionarios provinciales; meses atrás lo usaban solo los opositores radicales, como el mendocino Rodolfo Suárez y el jujeño Gerardo Morales, o los peronistas díscolos, como Juan Schiaretti en Córdoba.

En esta etapa, los gobernadores en general eligieron recostarse hacia adentro de sus provincias, con los intendentes como aliados para los controles. En la primera ola se escudaban en las decisiones de la Rosada y las acataban. Ese esquema se dio hasta, por lo menos, setiembre con las excepciones de Jujuy y Mendoza que adelantaron la aplicación de decisiones propias.

Hace poco más de una semana, en el primer endurecimiento de medidas de la Rosada, varios mandatarios criticaron a los que jugaban la propia estrategia. Ahora, bajaron el tono y aunque admiten que asumen un riesgo también reconocen que si la decisión es la correcta les abre una oportunidad de “sintonizar” mejor con la sociedad.

Gabriela Origlia

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