Tarjetas de crédito: las dos cosas que siempre hay que evitar para no caer en una estafa

Los expertos dicen que no hay que perderla de vista ni mandar la foto por Whatsapp. Hay negocios que aún se llevan el plástico lejos del cliente para cobrar. Y quienes la prestan a conocidos.

El caso de la «Anna Delvey argentina» generó revuelo en la farándula local. Lola M. fotografió y robó los datos de 25 tarjetas de crédito para hacer compras, los cargó en Paypal y gastó 25 mil dólares en tiendas online y de Estados Unidos.

La historia, que reveló Yanina Latorre ya que ocurrió en su grupo de amigas, recuerda a la serie de Netflix «Inventando a Anna», y expuso otra vez lo fácil que es cometer fraudes con tarjeta de crédito.

Es que simplemente con “mirar por encima del hombro” alguien podría robar el acceso a tu cuenta. Incluso, cuando a la hora de pagar perdés de vista el plástico, como por ejemplo en un restaurante o estación de servicio. O mandás una foto de la tarjeta para abonar a la distancia u otra persona lo haga.

La modalidad no es nueva, pero su crecimiento alerta. Durante los últimos meses, varios usuarios de plataformas reportaron que en sus resúmenes de tarjeta de crédito aparecieron diferentes cargos que nunca realizaron. Así, denunciaron que se produjeron extracciones, pedidos y clonación de identidades.

Solo en la Ciudad de Buenos Aires hubo 1.046 denuncias por fraudes con tarjetas de crédito o débito en lo que va del año, según datos del Ministerio Público Fiscal porteño. La cifra incluye tanto delitos cometidos de manera virtual, como también física ya sea por robo, clonación o engañando a la víctima.

Históricamente, el fraude con tarjeta de crédito se daba en tres escenarios repetidos: el círculo íntimo (club, familia, amigos), locales de gastronomía y estaciones de servicio. Pero con la tecnología se volvieron más habituales técnicas como el skimming en cajeros automáticos -el uso de un aparato para robar los datos de una tarjeta de débito- y su variante web: obtener los datos de los campos de relleno de un sitio de compras por Internet.

“En la puerta de la post-pandmeia, entendimos que la digitalización total se aceleró 10 años. Parte de ese proceso incorpora una mecánica cotidiana de convivencia con medios de pago y dispositivos digitalizados”, reflexiona Gabriel Zurdo, BTR Consulting, en diálogo con Clarín.

El fraude menos pensado

Aunque las violaciones de datos representan el riesgo más común, el llamado “fraude del círculo íntimo o familiar», como el que protagonizó Lola M., no es tan inusual y la tendencia es creciente.

«Se dedicó desde el año pasado a sacarle fotos a todas las tarjetas de crédito de todas sus amigas, madres, hermanas, iba a las casas y agarraba las billeteras y les sacaba las tarjetas de crédito», relató Yanina Latorre en el audio viral sobre la adolescente estafadora.

Zurdo explica que “el que lo lleva adelante conoce la información personal de la víctima o tiene fácil acceso a ella». Y agrega: «La gran mayoría son oportunistas y, a diferencia de otros tipos de fraude, no siempre existe la intención de dañar. Suele justificar el uso fraudulento de la identidad de otro para satisfacer una necesidad temporal o una patología».

El fraude de cercanía también tiene trampas emocionales y legales. “Denunciar ante las autoridades puede significar una investigación policial lo cual implica meter en problemas a un ser querido o cercano. El uso de medidas tan simples como un cajón cerrado con llave o una pequeña caja fuerte pueden evitar que los visitantes ocasionales accedan a documentación sensible”, advierte Zurdo.

Según datos de BTR Consulting, el 40% de los titulares de tarjetas de crédito tienen la costumbre de permitir que otra persona (familia, amigos) use su plástico. Incluso, 6 de cada 10 autorizan que un familiar inmediato lo tome prestado. Otro dato, 7 de cada 10 accede a compartir por Whatsapp una imagen del frente y reverso de la tarjeta.

Sol Gonzalez, investigadora de seguridad informática de ESET Latinoamérica le dice a este medio que obtener datos sobre denuncias por estafas suele ser algo dificultoso y más aún cuando está implicado el círculo familiar o de allegados. “En muchos casos, los usuarios no quieren denunciar por vergüenza”, sostiene.

No obstante, remarca la información aportada por la UFECI (Unidad Fiscal Especializada en Ciberdelincuencia) donde las denuncias por delitos y estafas bancarias crecieron un 3000% durante el 2020. “Además, detectamos que a través de diversas estafas online en la Argentina las cifras ascendieron a $ 643 millones”, enfatiza.

“Un caso muy conocido que trascendió a nivel mundial en 2010 fue el que implicó a distintas celebridades estafadas por la propietaria de un spa. Los círculos íntimos tienden a tener mayor acceso a los datos de tarjetas de crédito”, señala.

El empleado infiel

La escena del empleado infiel se da cuando un vendedor pasa la credencial por un dispositivo que almacena la información y luego la utiliza para cargar compras no realizadas por el usuario legítimo.

“Si es profesional no usará la tarjeta en forma inmediata sino que va a esperar un tiempo prudencial, una semana, a que la víctima siga haciendo compras para disuadir la probabilidad de sospechas con ese comercio o con quienes pudieron tener acceso a los datos sensibles”, señala Diego Migliorisi, abogado especialista en delitos informáticos y vicepresidente de la Asociación Argentina de Lucha contra el Cibercrimen (AALC).

Los clonadores

“De los 303 casos reportados en 2021, en 27 se sospecha que los gastos no autorizados fueron producto de robo de datos en un comercio presencial”, dice Migliorisi.

Daniel Monastersky, especialista en delitos informáticos, indica: “Si perdés de vista tu tarjeta de crédito/débito corres el riesgo de que la persona a quien se la entregues (mozo) la pase por un skimmer, le tome una foto o copie sus datos para usarlos o vendérselos a una banda delictiva”. Por eso, aconseja que es preferible acercarse a la caja para efectuar el pago en caso de que el mozo no lleve el posnet inalámbrico a la mesa.

¿Cómo puede evitarse? Los especialistas recomiendan no perder de vista la tarjeta al hacer una transacción, no dejar lugares vacíos en los recibos, tachar todos los espacios en blanco encima del monto total, destruir las tarjetas de crédito antiguas que no se usen e informar sobre cualquier cargo en la cuenta que parezca sospechoso.

“A pesar de contar con una ley de protección de datos desde el 2000, tenemos poca cultura del dato y del cuidado de la información”, sentencia Monastersky.

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