Independiente le ganó a River 2 a 0 y sepultó sus aspiraciones

El 0-2 ante Independiente dejó a los de Gallardo afuera de la primera final que tenían en mente, la de la Copa Diego Maradona

Y ahora el martes, en Brasil, deberán juntar fuerzas para pensar en la épica ante Palmeiras y soñar con la otra final, la de la Libertadores. Panorama negro para los del Muñeco…

Este River no es el River de Marcelo Gallardo. Desconocido, sin ideas y con una alarmante falta de rebeldía, pasó de acostumbrarse a festejar a empezar a coleccionar frustraciones, sensación atípica y extraña en un ciclo ganador por donde se lo mire. Después del golpazo que le pegó Palmeiras, Alan Velasco, con apenas 18 años, hizo esas diabluras que lo convierten en una de las grandes joyitas de Independiente, y del fútbol argentino, y terminó de derrumbar a un equipo que llegaba con los cimientos flojos.

En los momentos importantes, decisivos, la tropa de Napoleón mostraba carácter, hombría y daba respuestas para enderezar el barco, pero en este arranque de 2021 la impotencia es protagonista. Y en la cancha de Banfield, con un color verde predominante que le podía ver venir para calentar la revancha con el Verdao, a River se le puso todo Rojo y en medio de una alarmante falta de juego colectivo, las individualidades tampoco lo salvan.

Es cierto que con el partido igualado había evitado el grito de Velasco con un atajadón y el 1-0 fue todo mérito del atacante, pero el Franco Armani acostumbrado a agigantarse bajo los tres palos se confundió ante Palmeiras y en el 2-0 tuvo una reacción impropia de un arquero de su categoría. Y sumado a los problemas en el fondo, que a esta altura no sorprenden, el Cerebro se olvidó de pensar: Nacho Fernández luce agotado, cansado y se extrañan sus zancadas desequilibrantes que terminaban en punzantes pases entre líneas.

Las manos en los bolsillos, el saco abierto de Gallardo durante los 90’ y la expulsión sobre el final, con un “payaso” dedicado a Abal incluido, reflejan la preocupación del DT por lo mal que juega su equipo. Llamó varias a veces Carrascal, lo motivó, pero el colombiano no le devolvió la confianza y sigue perdido en sus gambetas y en sus lujos, que son más vistosos que efectivos. Encima, cuando las pálidas se hacen presentes, los guiños del destino se esfuman.

El bombazo de Velasco llegó al mismo instante en el que Zárate lo empataba para Boca y empezaba la remontada. Y Borré tuvo una clarísima que Bustos le sacó en la línea. Y el bombazo de Nacho se estrelló en el palo. Y Sosa metió el pie tres veces para sacar esa cantidad de goles que River necesita para ir por una épica que, a esta altura, apenas se sostiene en pie por lo que significa tener a Gallardo en el banco.

Para colmo de males, la derrota es todavía más sonora porque fue ante un Independiente que venía en picada, con la salida de Lucas Pusineri durante la semana y que venía de comerse cuatro goles ante Arsenal. Pero a pesar de venir en franco declive, de tener una semana caliente y de salir a jugar con Berón como técnico y muchos chicos que Berón , mostró esa motivación que no tuvo su rival.

Las horas pasan rápido y los tiempos para corregir errores son escasos. Mañana llegará el viaje a Brasil y un día después deberá jugarse la vida en el Allianz Arena. A este River sólo le queda apelar a la memoria para recordar los buenos viejos tiempos y tratar de que el fuego sagrado no se apague del todo…

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