Luis Majul: «Están desesperados, por eso meten miedo»

Antes, Néstor Kirchner gobernaba en base a dos premisas: la chequera y el miedo. Mucho dinero del Estado para los amigos y persecución para los considerados enemigos.

Alberto Fernández conoce bien el método porque fue su Jefe de Gabinete. Digo, el método de la chequera y el miedo. Nunca Fernández lo usó de manera frontal o directa. Siempre intentó no embarrarse con el barro de la corrupción o el apriete.
Ahora, Alberto Fernández y su vicepresidenta, Cristina Kirchner, se quedaron sin esa gran chequera, porque la economía argentina está destrozada. Porque el Estado está quebrado. Por eso a Cristina, que no es Néstor, sino una persona más vengativa y fría todavía, lo único que le queda es el poder de meter miedo. Y el problema que tiene el Jefe de Estado, Alberto Fernández, es que no la puede detener. O no la quiere detener.

Cristina cuenta con una organización, con los chicos grandes de La Cámpora a la cabeza, dispuesta a ejecutar las órdenes de la jefa, sin que se les revuelva el estómago. Sin ningún remordimiento. Tienen una gran excusa para justificar las barbaridades que hacen: «Esto es política».
Entonces la jefa y los chicos grandes no dudan en usar el poder que tienen para meter miedo.¿Y cómo meten miedo? Con el discurso. Y las operaciones. Meten miedo con la cuarentena y la política sanitaria del Covid-19.

Meten miedo a todas las empresas y los empresarios con la amenaza de expropiación de Vicentin.
Meten miedo a los medios de comunicación, grandes, medianos y pequeños con la amenaza latente de publicar la lista de los trabajadores de prensa que cobran a través de los ATP.
Meten miedo a muchos trabajadores de prensa, quienes lo piensan dos veces antes de cumplir con su obligación: nada más y nada menos que contar lo que está pasando.
Miran a sus amigos, a su pareja, a sus hijos y se dicen a sí mismos, bien bajito: ¿para qué le voy a poner la firma a tal artículo u opinar frente a tal decisión? A ver si todavía me terminan escrachando en las redes sociales. O en algún portal.
Meten miedo a través de la agencia oficial de noticias, Télam. Meten miedo usando la señal de Cristóbal López y Fabián de Sousa, C5N.
Mete miedo Cristina con su video y su abogado defensor, Carlos Beraldi, con sospechas y acusaciones infundadas.
Mete miedo Beraldi al denunciar falsamente a Silvina Martínez, una abogada honesta e intachable, queriendo introducirla por la ventana como presunta sospechosa de una asociación ilícita, en la causa que tiene el juez Federico Villena y que quiere inflar sin éxito Cristina Kirchner.

Usa a la agencia oficial Télam para eso. Y el trabajador de prensa de la agencia oficial reproduce la amenaza encubierta. Porque no tiene idea. O porque es cómplice. Un eslabón de la cadena pequeño, pero cómplice al fin.

Doctor Carlos Beraldi, me dirijo ahora específicamente a usted: por un momento pensé que su trayectoria le iba a poner algún freno inhibitorio. Pero quizá el haber comprometido su carrera como el abogado a quien le paga Cristóbal López y defiende a Cristina Fernández lo haya transformado también en un profesional sin escrúpulos.

El problema, en el fondo, no es Beraldi. Ni la manga de impresentables que terminan haciendo trabajos sucios para la jefa. El problema es no comprender el objetivo. Porque el objetivo, en el caso de Silvina Martínez, quien tiene el coraje de declarar como testigo en la causa de Vialidad, es también meterle miedo. Es enviarle el mensaje mafioso. El mensaje no escrito que dice: «Si seguís insistiendo con tus denuncias, si te seguís metiendo con Cristina, si te presentás como testigo, o como amiga del tribunal en cualquier causa de corrupción, te puede pasar algo grave. Muy grave. Podés, por ejemplo, ser acusada de integrar una asociación ilícita. Podés, por ejemplo, ir a la cárcel.

Es un objetivo de baja estofa y busca, a través de la amenaza encubierta a Silvina Martínez, desalentar a cualquier futuro testigo que pueda ayudar a esclarecer un caso de corrupción. Desde acá, le envío a Silvina no solo mi solidaridad. También mi profundo agradecimiento. Por gente como ella, muchos de nosotros vamos a seguir haciendo lo que tenemos que hacer.
Pero Cristina y sus impresentables no solo le meten miedo a Martínez. También a la Corte Suprema de Justicia. Ella quiso saber si esta Corte estaría dispuesta a tomar medidas para pulverizar el juicio de la obra pública. Así comprobó que quizá sus miembros no le den el gusto. Entonces primero los amenaza. Los mete adentro de un video y los señala como cómplices de la presunta asociación ilícita que la estaría persiguiendo. Y al mismo tiempo les manda un mensaje de miedo: ustedes pueden terminar mal.

¿Y el Presidente de la Nación? Bien gracias. Se desdice por enésima vez. Primero dice que no hay razones para modificar la Corte Suprema. Y después anuncia la creación de una comisión para una eventual reforma de la Corte. ¿Y saben quién va a integrar esa comisión? Eugenio Raúl Zafaroni y Carlos Beraldi.

Ahora volvamos a la idea de meter miedo, pero a través de otro mecanismo: la prolongación eterna de la cuarentena. Ya sabemos que el Covid es un virus letal. Que su contagio puede llevar a la muerte a un cierto grupo de personas. Ya sabemos que nos tenemos que cuidar. También sabemos el protocolo que debemos seguir para evitar el contagio. Entendemos también lo de la distancia social y el aislamiento. Y, como formamos parte del mundo, vemos cómo muchos países fueron adaptando sus costumbres a medida que empezaron a comprender como se convive con el virus.

Pero ¿qué derecho tienen a jugar con nuestras emociones y nuestra mínima necesidad de certidumbre? ¿No le dijeron al viceministro de salud de la Provincia que decir lo que acaba de decir («Si me dicen que la cuarentena llega hasta septiembre, compro») genera una enorme angustia en millones de argentinos que todavía no saben para qué lado arrancar? Porque una cosa es administrar áreas del estado. Incluso áreas tan sensibles como la de la salud. ¿Pero comprende el impacto de la magnitud de sus palabras?

Y una idea más: hasta un chico sabe que siempre es más cómodo -en especial para una organización política con un claro sesgo autoritario- gobernar sin controles. Sin rendir cuentas a nadie. Pero ¿en serio Alberto, Cristina, Kicillof y el Frente de Todos suponen que el país se va a quedar cruzado de brazos esperando que expropien la próxima empresa, se lleven puesta a la Corte Suprema, aprieten a testigos de las causas de corrupción y a los periodistas que lo informamos?

Les sugeriría que no tiren más de la cuerda, porque dentro del sistema democrático ya están sobrepasando todos los límites. Y se les puede volver en contra. Más temprano que tarde.

Por: Luis Majul.

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