La casa del horror en Miramar: paredes que guardan secretos siniestros

Allí mataron en 2001 a Gastón Bustamante (12), en un caso aún impune. Este año asesinaron a su papá y detuvieron a su esposa.

Informe: Corresponsalía Mar del Plata (Clarín).

Son dos construcciones sobre el mismo terreno en Miramar. Una detrás de la otra. Un pasillo lateral, que al frente tiene una reja, las conecta. En el fondo todavía vive Susana (62). Y adelante estaba el hogar de su hermana, Verónica González (50). Estaba.

Ahora Verónica pasa sus días presa y la casa de la calle 27 N° 2357, cuyo número está enmarcado en un pedazo de madera con el nombre «Gastón», luce sellada por fajas de secuestro judicial.

Pero antes la mujer allí solía vivir junto a su marido, Carlos Bustamante (66), y mucho tiempo antes de eso, también estaban sus hijos: Rocío y Gastón (12). Hasta que la tragedia atravesó a la familia en 2011, cuando al nene lo mataron en su cuarto y sólo las paredes de esa propiedad guardaron el secreto del nombre de su asesino.

También la vieron huir a Rocío, hoy de 25 años, harta del hostigamiento de su madre hacia su novio cuando él se convirtió en el principal sospechoso del crimen del chico.

Y esos mismos cimientos fueron testigos de cómo molieron a palos a Carlos el 22 de marzo pasado hasta quitarle el aliento y convertir ese hogar en “la casa del horror”.

Al hacer palmas frente a la propiedad, los perros aparecen al instante, corriendo hacia la reja, chumbando nerviosos. Son dos y uno de ellos es un intimidante rottweiler: «Cuando éste se para acá -e indica la reja-, por la vereda no pasa nadie», le dice a Clarín Susana, la hermana de Verónica, acusada del crimen de Carlos y sobre quien se posan todas las miradas cuando se recuerda el homicidio de Gastón.

Esos perros que aparecen nerviosos junto a Susana no son los mismos que los Bustamante tenían hace poco más de siete años.

Pero el viernes 22 de marzo, cuando atacaron a Carlos en su dormitorio, actuaron del mismo modo que los que estaban la mañana del 21 de noviembre de 2011, cuando en su cama, y un día después de haber cumplido 12 años, fue asesinado Gastón: no ladraron. La lectura es que nadie extraño a la familia visitó la casa esos días en que ocurrieron los dos asesinatos.

Esa es apenas una de las coincidencias de esas dos mañanas fatídicas, cuando ocurrieron el crimen del nene y el de su padre: no hubo ladridos, ambos fueron atacados dentro de la casa y el descubrimiento lo hizo la misma persona, Verónica, la mamá de Gastón y esposa de Carlos. Ahora está acusada del «homicidio agravado por el vínculo y con alevosía» de su marido.

Ella, que pidió justicia por el asesinato de su hijo durante casi ocho años, y que prácticamente empapeló su casa con imágenes del nene al punto que un hermano de Gastón le dijo a Clarín: «Tenía una especie de santuario allí».

Ahora es sospechosa también de haber sido quien asfixió a su propio hijo con un almohada primero, con una media anudada al cuello después. Aunque por ahora se la acusa sólo por la muerte de su esposo, ya que el caso del nene espera un resolución de la Corte Suprema de la Nación, donde se apeló el fallo absolutorio contra el cuñado del chico, el novio de Rocío: Julián Ramón, quien ahora tiene 32 años.

«Ahora cierran muchas cosas. No sé, habrá tenido un ataque psicótico, no sé qué, lo único que puedo decir es que si fue ella la que mató a Carlos y a Gastoncito, que pague», dice atribulada Susana, la hermana de la sospechosa.

La noche anterior al ataque que sufrió Carlos en su propio cuarto, hasta las 23.30 las hermanas habían mirado una novela juntas. El marido de Verónica se había ido a acostar unos minutos antes. Se despidieron, se fueron a dormir, y Susana recuerda no haber notado «nada raro» en sus conductas.

La mujer lo pudo ver a Carlos tendido en el suelo del living de la casa la mañana del 22 de marzo: «Parecía como si se hubiera arrastrado, daba impresión verlo, lleno de sangre, deformado por los golpes, y yo sé que me quiso decir quién fue, pero no pudo: «Su… Su…», cuenta la mujer que alcanzó a susurrarle: «Pero ya no podía respirar, se ahogaba».

El hombre murió a la tarde siguiente, en el hospital local. Según la causa, lo golpearon con brutalidad en dos lapsos de tiempo diferentes. El primer ataque sospechan que se produjo mientras dormía. El segundo, horas más tarde, en el living donde lo vio Susana luego de encontrarse con su hermana en la puerta de la casa. Ella no quería entrar.

Fueron los peritos los que reconstruyeron los blancos de lo que pasó con Carlos en base a una inspección en la casa y eso le dio mucho material a la fiscal Florencia Salas para profundizar sus sospechas contra Verónica.

“Había sangre lavada en las canillas del baño, en la bacha, en la bañera. También había sangre seca en la cortina del baño y ahora habrá que ver si coincide con el ADN de Carlos. Si es así, el cómo llegó hasta ahí es muy sencillo de determinar: fue cuando se limpió el asesino”, describieron las fuentes.

Susana no vio eso cuando entró a asistir a su cuñado, que agonizaba. Pero en sueños lo sigue viendo y no sólo a él: «Los veo a los dos. Me despierto y no me puedo sacar de la cabeza a Carlos así. A mi Gastón no lo vi, sí en el velatorio, pero ya no era él».

Tres hijos en duelo

A cinco calles, en el mismo barrio Las Palmas, de Miramar, vive Mónica, la primera esposa de Carlos Bustamante, con quien tuvo tres hijos: Gonzalo, Gabriel y Ramiro. Ellos ahora quieren demoler «la casa del horror».

«Si fuera por nosotros, la tiraríamos abajo. Dos asesinatos en el mismo lugar, ¿quién va querer vivir ahí?», dice Gabriel en la puerta del hogar de su mamá, Mónica, que lo recuerda a Carlos: «De él no puedo decir nada. Nos separamos, cosas que pasan en la vida. Era un buen hombre».

Cuando se los consulta si creen que Verónica, la mujer de su padre, con quien tuvo a Rocío y a Gastón, fue la autora de ambos crímenes, responden con episodios que describen su compleja personalidad: «Se ha quemado la cara con cigarrillos para denunciar a mamá, que ella se lo había hecho, y no sabemos por qué, porque nadie la molestaba. Cuando papá la conoció a ella, cambió», cuenta Gabriel en referencia a las denuncias por lesiones contra la ex de Carlos que la Justicia constató que eran falsas.

«Lo que pasa que ustedes no la quieren a ‘La corta'», les decía Carlos a sus hijos cuando le reprochaban alguna actitud o en cualquier charla que pudieran mantener. Siempre, cuentan ellos, su padre terminaba respondiéndoles con un comentario o argumento que provenían de razonamientos de «La corta», como Carlos llamaba a Verónica, por su baja estatura.

Mónica recuerda: «De algún modo consiguió mi número de documento, mis datos, y compraba chips de teléfonos a mi nombre. Después desde ese teléfono se hacía llamados al suyo, dejando amenazas, y me denunciaba. Acá vino la Policía por eso, pero comprobaron que no teníamos nada que ver». En efecto, la Justicia constató que era Verónica quien se autoamenazaba.

Rocío, la hermana de Gastón, que no quiere hablar con los medios, se fue de Miramar y ahora vive en Mar del Plata. Ella había sugerido, en los días en que se investigaba la muerte de su hermanito, que pusieran la lupa sobre su madre.

Su pareja, Julián, estuvo preso sospechado de ser el autor del crimen y luego liberado porque no se hallaron pruebas determinantes en su contra. Hoy continúan juntos, mientras él espera el fallo de la Corte Suprema de la Nación.

«Se fue porque ella -la madre- iba a la casa y gritaba: ‘Acá vive el asesino’. Y les golpeaba la puerta», relatan sus hermanos. «No se puede vivir así», como tampoco, cuentan, se podía tener un diálogo con Verónica sin que atacara a Rocío o a su novio.

«Iba para estar con mi viejo, para acompañar. Pero ya no se podía. Mi viejo volvió a cambiar cuando pasó lo de Gastón, y le creía a ella», dice Gabriel.

Gonzalo, el mayor de los hermanos Bustamante, cuenta que su papá «siempre quiso saber la verdad, y ahora dio su vida para que se sepa esa verdad». Sospecha lo que, por ahora, no se pudo probar ni descartar: que Verónica, «La corta», sea la autora de los asesinatos de su padre y de su hermanito. Pero eso es algo que sólo saben a ciencia cierta las paredes de “la casa del horror”.

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