Jonatan Viale: “Este Gobierno sabe utilizar muy bien el odio, se especializa en dividir a la sociedad”

En una entrevista con Teleshow, el periodista hizo un análisis de la actualidad política y se mostró ansioso por comenzar su nuevo programa de radio

“El periodismo sin libertad no es periodismo, es propaganda”, advierte Jonatan Viale, y sentencia: “No puedo ni quiero trabajar sin libertad”.

Por Tatiana Schapiro

Desde muy chico, el periodista y politólogo respiró los medios de comunicación. En los pasillos de las radios y los controles de los estudios de televisión, cuando acompañaba a su padre, Mauro Viale, heredó el oficio y la pasión por las noticias.

Sin embargo, tardó en reconocer su vocación. “Siempre lo supe, pero lo discutía conmigo mismo”, reflexiona en esta entrevista con Teleshow. Fue un profesor de la carrera de Informática quien le dio el empuje que necesitaba: “Hacé lo que vos querés”, le dijo. Esas fueron las palabras que lo ayudaron a vencer el miedo de cargar la etiqueta de ser “el hijo de…”. “Sabía que tenía que construir un camino de diferenciación”, explica ahora Jonatan, con un recorrido a cuestas que deja muy atrás aquel estigma.

Tras su salida de Radio La Red y de las pantallas de América y A24, el conductor comienza una nueva etapa en 2021 y se prepara para su próximo proyecto. Pan y Circo, el nuevo programa de Radio Rivadavia, podrá escucharse a partir del lunes 1 de febrero, todos los días de 15 a 17 horas. “Buenas entrevistas, buenos columnistas, el editorial y una nota muy buena que estamos esperando finiquitar”, promete Viale para la primera emisión. Además, del pase picante con Baby Etchecopar en la apertura y otro con Nelson Castro al terminar la emisión.

—Se viene un año de nuevos proyectos.

—Me gusta el cambio. No temo salir de la zona de confort, no le temo al riesgo. Estaba muy cómodo en A24, ni hablar en La Red, que estaba desde el 2014, pero apareció este proyecto que me gusta mucho. Los dos. Radio Rivadavia y LN+. Un grupo de gente que respeto mucho, periodistas con los que me siento muy identificado. Decidimos apostar. Va a funcionar. ¡Ojalá!

—El programa en la radio empieza ya. ¿Estás ansioso?

—El día que no me ponga ansioso, hay que colgar todo. Me encanta. Me empiezo a poner nervioso una semana antes. Me duele la panza, leo todo, es una adrenalina muy linda. Voy a estar con un equipazo. Me llevo a mi amigo Lucas Morando; van a estar Ari (Ariel) Wolman, un fenómeno, gran periodista; Leo (Leonardo) Farinella en deportes, Euge (Eugenia) Quibel, liderados por (Fernando) Subirats; está Marcelo Figoli. Se fue formando un bloque de periodistas muy fuerte. (Eduardo) Feinmann, Baby.

—Cuando empiezan a aparecer las propuestas de cambio, ¿qué se pone sobre la mesa para dar el paso?

—¿Te lo contesto rápido, en una sola palabra? Libertad. No puedo, no quiero trabajar sin libertad. Lo elaboro, lo razono con datos, pero cuando siento que no tengo libertad, ese lugar no me sirve y no le sirvo a ese lugar. Estoy hablando en general. Encontré, tanto en Rivadavia como en LN+, lugares donde puedo desarrollar mi libertad. El periodismo sin libertad no es periodismo, es propaganda.

—Inevitablemente me hace pensar que algo debe haber hecho ruido en donde estabas.

—No, no. A ver, porque si no queda todo muy en suspenso. Fui muy libre en América, en A24, en La Red. Siempre dije lo que quise. Momentos, cortocircuitos, como en todos los lugares del mundo; no existe ese ideal. Me refiero a un lugar donde se pueda trabajar con la mayor libertad posible, donde decidas tu línea editorial sin que te estén encima, dentro de un marco teórico posible, aceptable, no seamos ingenuos. Hay que saber leer los momentos políticos. América y A24 son como mi casa: tarde o temprano me voy a jubilar ahí. Pero no quiero privarme de estar en otros lugares, de recorrer, de conocer. Este año necesitaba mucha libertad. Es un año de elecciones, un año para decir lo que uno realmente piensa.

—Un año de elecciones y en pandemia. ¿Cómo será esa combinación?

—Muy bravo porque la gente está viviendo mal en Argentina. La clase trabajadora, la clase media, la clase laburante, los que ganan 40, 50, 60, 70 lucas, están viviendo mucho peor. Ya vivían muy mal en la época de (Mauricio) Macri, 2018, 2019, con las devaluaciones, con la licuación del salario, pero el 2020 fue uno de los peores de la historia. No lo digo con una encuesta, lo digo con lo que veo todos los días en la calle, con mis amigos de clase media que la están pasando horrible. Todos, ricos, clase media, clase baja, bajaron un escaloncito en su calidad de vida.

—El periodismo fue una de las profesiones que pudieron continuar pese a la pandemia. Incluso, hasta con mayor intensidad de trabajo en algunos casos.

—Me siento absolutamente privilegiado. Primero, por tener una familia que me apoya desde el minuto cero. Mi vieja, mi hermana, ni hablar mi viejo, un poco obsesivo ya: está todo el tiempo encima, y me encanta. Después, por la nueva familia que pude formar. Mis dos nenes y Mica (Micaela Krolovetzky, su esposa) me dan esa contención que necesito para estar todos los días con este laburo. No es fácil. Tengo clarísimo que el laburo difícil es tirar bolsas en el puerto, pero la exposición, los palos, los chirlos, las redes sociales… Necesitás llegar a casa y primero, que te bajen y te digan: “Pibe, vos no sos la figurita esa”; y segundo, que te contengan.

—¡Qué bravas están las redes sociales!

—Hay mucho odio. No es nuevo pero la grieta, lo que se llama la grieta, que a mí no me gusta, es una palabra muy sintética, generó mucho más odio del que ya había. Este Gobierno lo sabe utilizar muy bien. Todo el tiempo le achaca a la oposición el tema del odio, pero ellos lo utilizan muy bien, saben cómo. Ya lo hacían en la etapa de Cristina (Fernández). Se especializan en dividir a la sociedad. Hay dos periodismos, dos CGT, dos empresariados, dos comunidades judías. Es algo propio de los populismos, no es nuevo. No me asusta la división, me asusta el odio. Cada vez más se ve en la calle gente con mala cara. Gente que, cuando el otro no le gusta, pone una cara muy violenta. Eso se refleja en las redes sociales, maximizado por el anonimato que hace que algunos que son muy cagones sean un poco menos cobardes.

—Se generó un debate respecto a la suspensión de las cuentas de Donald Trump en las redes sociales.

—Lo de Donald Trump me hizo muchísimo ruido. Estoy lejos ideológicamente de él y de cómo plantea la vida. Incluso, fue muy pobre como presidente. Pero haberlo eliminado de las redes sociales primero lo victimizó; le terminaron haciendo un favor. Segundo, habla muy mal de cómo dos, tres o cinco personas, en Twitter, Facebook o Instagram, deciden cómo se comunica a partir de ahora en el mundo. Vivimos diciendo que las redes democratizan y que cinco tipos digan “Trump, no”… Después, viene la otra pregunta que se hizo mucho también: ¿por qué Trump sí y (Nicolás) Maduro no? Empezás a abrir un montón de ventanas que te hacen preguntarte si fue una buena decisión. La respuesta, para mí, es no.

—¿Qué aprendizaje te dejó el año de pandemia?

—El daño no fue solo económico. La cantidad de vidas perdidas en Argentina y en el mundo es tremenda. La cuarentena hizo estragos en lo económico, pero del daño psicológico no se habla. Siempre trataba de charlarlo en el pase con Eduardo (Feinmann). No se le dio la suficiente bola a la destrucción mental que hubo. Familias que perdieron las clases con los chicos y vieron destruidas sus rutinas. Los chicos se ponen muy intensos en la casa. La señora que dejó de ir a trabajar porque se tuvo que quedar cuidando a los chicos, o al revés. La destrucción psicológica de las familias fue brutal. Ese famoso comité sarasa de crisis que creó el Gobierno con los infectólogos… Faltó un psiquiatra, un psicólogo, un psicoanalista. Nunca me voy a olvidar de cuando salió a hablar… creo que el señor (Luis) Cámera, se quejó de los runners y dijo: “Estos porteños histéricos, tan psicoanalizados”, como burlándose. Yo dije: “¡Claro!, este señor y los otros nueve o diez están decidiendo sobre nuestro futuro y este hombre minimiza, subestima y se burla de la psicología. ¿Estamos en estas manos? ¡Qué preocupante!”.

—Mencionabas el tema de los chicos en las casas. ¿Acordás con la necesidad de la vuelta presencial a las escuelas?

—No entiendo cómo es un tema de discusión. Hay mucha gente en el Frente de Todos que dice que tampoco es un tema de discusión. De hecho, (Sergio) Massa, presidente de la Cámara de Diputados, dijo eso y lo salieron a criticar desde adentro. Es absurdo. ¿Cómo se hace? Con protocolos, con distancia, en el parque. Lo sabemos de memoria. Con barbijo. Pero no podemos estar otro año más con los chicos metidos en la casa. ¿Sabés cuántos chicos dejaron de ir a las escuelas? 1.200.000. Dato del Ministerio de Educación. Son vidas destruidas. Es por los chicos y por las familias. Se destruyó el orden en la Argentina. Se destruyeron matrimonios por la cuarentena.

—¿Cómo te preparás para el cambio de rutina ahora con otros horarios? ¿Hay miedos, cábalas?

—Miedo no; ansiedad. Soy muy intenso. En la radio anterior Me decían “intensito”. Siempre estoy preparando todo con mucha antelación. Confío mucho en el equipo que formamos.

—Del 1 al 10, ¿cuánto estás internando a la producción en la previa?

—¿100 sobre 10 vale? Creamos grupos de grupos de grupos. Pero ya me conocen, no se enojan. Al principio se enojaron un poquito y después me entendieron. Los inseguros somos así: necesitamos tener todo…

—¿Sos inseguro?

—Sí, recontra.

—Cuando termina un programa, ¿qué es lo que te deja tranquilo? ¿Qué te permite decir: “Estuvo todo bien’’?

—Es algo muy interno. No voy a mentir: primero, que haya medido bien. Y además de la medición, hay veces que me he ido enojado aún midiendo bien porque sentía que la entrevista había sido mala o que el editorial no me había gustado… Hay algo muy interno que no sé explicar. Me doy cuenta. Es “sí”, “no”, “funcionó”, “no funcionó”.

—Cuando empezaste a evaluar cambiar de rumbo, ¿con quién lo charlaste? ¿Quién fue la primera persona que se enteró?

—Con mi viejo (risas). Primero con él, porque es la voz de la experiencia. Con Mica.

—¿El de tu papá sigue siendo el mejor consejo?

—Sí, claro que sí. Y mi mamá también, porque llega a ver esto y después me hace un escándalo… No es solo por una cuestión de que admiro cómo labura: cuando te aconsejan desde el amor, te dicen la verdad.

—Que tu papá te critique, ¿se banca?

—Me vive criticando. Y yo lo vivo criticando a él.

—Pero en lo personal, si te tiene que decir: “Che, no, acá no”, ¿lo dice?

—Tenemos miradas del mundo muy parecidas. Corré lo ideológico, lo político, que es otra discusión. Tenemos formas de trabajar… Llegamos a un lugar distinto, pero el camino es parecido. Es la obsesión por el laburo: levantarse temprano, romper los huevos, llamar, preparar, estudiar. Es escuelita. Me crié en los canales y en las radios, en ATC, en la Televisión Pública. Dormía siestas en la pancita de la E de Estudio 1. Mamaba todo lo que hoy disfruto.

—¿Qué nota te encantaría hacer en la radio este año?

—La vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris. A (Luis) Lacalle Pou, el presidente de Uruguay. Alberto (Fernández). Cristina me encantaría, pero para salir de lo obvio. Una más futbolera, una persona que nunca pude hablar y admiro es (Marcelo) Gallardo. Me encantaría tener una charla. Todos le preguntan de fútbol, me gustaría llevarlo por otro lado. Conocer cómo piensa la vida.

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