Cómo se gestó el delirante plan para coronar a un rey en el Río de la Plata

Quiénes lo propusieron y por qué Manuel Belgrano lo rechazó de plano

Un intrigante del séquito de Carlos IV al que Manuel de Sarratea había conocido en Londres, Domingo Vicente Cabarrús y Gelabert, propuso una idea inimaginable.

Por: Felipe Pigna

El segundo conde de Cabarrús tenía sus propios motivos para detestar a Fernando VII y actuaba en connivencia con Manuel Godoy, el favorito de Carlos IV.

A Cabarrús se le ocurrió secuestrar al príncipe Francisco de Paula, embarcarlo rumbo a Buenos Aires y coronarlo a todo trance, para lo cual tenía dispuesto un equipo de hombres de “corazón y coraje” para concretar la operación.

La idea de Cabarrús era completamente delirante. Carlos IV, su esposa María Luisa, el infante Francisco de Paula, Godoy y Pepita, su amante, se mudarían a Austria.

De allí, en un tour que empañaría a las giras de los Rolling, el infante y futuro rey del Plata sería trasladado de incógnito a Alemania pasando través de Munich, Nürenberg, Francfort y se embarcaría en Bremen hacia Londres.

Allí se entrevistaría secretamente con los enviados de Buenos Aires, Manuel Belgrano y Bernardino Rivadavia, para ajustar detalles y desde algún puerto inglés que se definiría según las condiciones de seguridad, lo llevarían a los Estados Unidos para marchar, finalmente, hacia su coronación en Buenos Aires.

Era una manera curiosa de entender la “política de los hechos consumados”, que hasta entonces no registraba el coronar a alguien contra su voluntad a doce mil kilómetros de su reino original.

Dice Manuel Belgrano en su lenguaje siempre cargado de fino y ácido humor:

“El conde, que se vio con un éxito tan contrario a lo que nos había prometido, y que en verdad nosotros no esperábamos, escribió que se proponía robar al infante para traerlo: proyecto descabellado, si es que lo hubo, y no fue empresa para lo que después se verá: inmediatamente le dijimos a Sarratea que se le mandase venir: no hubo cosa que no se le ocurriese a este para degradarlo y para hacernos concebir las ideas de su mal manejo; diciéndonos que sin duda quería hacerse de todo el dinero librado para el objeto: en una palabra, nada de cuánto hay de malo dejó de atribuirle”.

Hasta para Sarratea era demasiado, y aunque el “Negocio de Italia” (2) seguiría rondando en sus planes, el proyecto estaba ya muerto.

Pero el infante propuesto como rey del Plata tenía otras preocupaciones. Mientras sus padres y Godoy movían sus contactos en el Vaticano para hacerlo nombrar cardenal, él le escribía a su restaurado hermano para ingresar en España a la carrera militar.

Fernando VII le prestó atención al pedido cuando se enteró por sus servicios secretos en Roma de los planes de secuestro de los “rebeldes subversivos” del Río de la Plata, y lo urgió a viajar a Madrid.

Pero cuando el infante estaba preparando los baúles surgió un escándalo: se decía que el príncipe, candidateado simultáneamente para obispo y rey del Plata, había dejado embarazada a la amante de uno de los criados y había gastado más de la cuenta, no precisamente en gastos de representación.

Al enterarse de esta cuestión, Fernando le prohibió la entrada al reino. Tras descubrirse que la joven en cuestión no estaba embarazada y no había peligro de un nuevo “bastardo” en la familia, el rey perdonó a su hermano, pero lo mandó de gira por Europa antes de permitirle retornar a España.

Citas: 1. Informe de Belgrano, 13 de febrero de 1816, en Carranza, Neptalí. Oratoria argentina, Sesé y Larrañaga Editores, Buenos Aires, 1905.op. cit., pág. 118. 2. Así se llamó a las as tratativas con Carlos IV y Godoy para coronar al Infante Francisco de Paula.

E.M.

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