En noviembre seremos 8000 millones de humanos en el mundo: ¿A cuántas personas puede albergar la Tierra?

Existen dos corrientes: aquellos que defienden que el mundo necesita más personas y los que opinan que de esta manera se potencian los cambios ambientales
En noviembre, la ONU predijo que la población mundial será de 8 mil millones de personas

La Organización de Naciones Unidas (ONU) predijo que en la fecha asombrosamente específica del 15 de noviembre de 2022 habrá 8000 millones de humanos vivos al mismo tiempo.

Con la expansión de la población, llegó una gran división.

Algunos vieron nuestros números crecientes como una historia de éxito sin precedentes. De hecho, hay una escuela de pensamiento emergente que defendió que en realidad necesitamos más personas. En 2018, el multimillonario tecnológico Jeff Bezos predijo un futuro en el que nuestra población alcanzará un nuevo hito decimal, en la forma de un billón de humanos dispersos por nuestro Sistema Solar, y anunció que planea formas de lograrlo.

Mientras tanto, otros, incluido el locutor británico e historiador natural Sir David Attenborough, etiquetaron a nuestro masivo enjambre humano una “plaga para la Tierra”. Desde este punto de vista, casi todos los problemas ambientales que enfrentamos actualmente, desde el cambio climático hasta la pérdida de biodiversidad, el estrés hídrico y los conflictos por la tierra, se remontan a nuestra reproducción desenfrenada durante los últimos siglos.

Allá por 1994, cuando la población mundial era de “apenas” 5500 millones, un equipo de investigadores de la Universidad de Stanford, en California, calculó que el tamaño ideal de nuestra especie estaría entre 1500 y 2000 millones de personas.

Entonces, ¿está sobrepoblado actualmente el mundo? ¿Y qué podría deparar el futuro para el dominio global de la humanidad?
Una preocupación ancestral

En la obra magna de Platón, La República, escrita alrededor del año 375 a.C., el filósofo describió dos ciudades-estado imaginarias. Una es saludable y la otra es “lujosa” y “febril”. En esta última, la población gasta y devora en exceso, entregándose al consumismo hasta “sobrepasar el límite de sus necesidades”. Esta ciudad-estado moralmente decrépita finalmente recurre a apoderarse de las tierras vecinas, lo que naturalmente desemboca en una guerra: simplemente no puede mantener a su gran población codiciosa sin recursos adicionales.

Platón se topó con un debate que todavía está vivo hoy: ¿El problema es la población humana o son los recursos que consume?

En su famoso trabajo, Un ensayo sobre el principio de la población, publicado en 1798, Thomas Malthus, un clérigo inglés con una inclinación por el pesimismo, comenzó con dos observaciones importantes: que todas las personas necesitan comer y que les gusta tener relaciones sexuales. Cuando se lleva a su conclusión lógica, explicó, estos simples hechos conducen a que las demandas de la humanidad superen los suministros del planeta.

“La población, cuando no se controla, aumenta en una proporción geométrica. La subsistencia aumenta solo en una proporción aritmética. Un ligero conocimiento de los números mostrará la inmensidad del primer poder en comparación con el segundo”, escribió Malthus.

En otras palabras, un gran número de personas conduce a un número aún mayor de descendientes, en una especie de circuito de retroalimentación positiva, pero nuestra capacidad para producir alimentos no necesariamente se acelera de la misma manera.

Estas simples palabras tuvieron un efecto inmediato, encendiendo un miedo apasionado en algunos y la ira en otros, lo que continuaría reverberando en la sociedad durante décadas. El primer grupo pensó que había que hacer algo para evitar que nuestros números se descontrolaran. El segundo, que limitar el número de personas era absurdo o poco ético, y en su lugar se debería hacer todo lo posible para aumentar el suministro de alimentos.

Cuando se publicó el ensayo de Malthus, había 800 millones de personas en el planeta.

Sin embargo, no fue sino hasta 1968 cuando surgieron las preocupaciones modernas sobre la sobrepoblación global, cuando un profesor de la Universidad de Stanford, Paul Ehrlich, y su esposa, Anne Ehrlich, escribieron La bomba demográfica. Se inspiró en la ciudad india de Nueva Delhi. La pareja regresaba a su hotel en un taxi una noche y atravesó un barrio pobre, donde se abrumaron por la cantidad de actividad humana en las calles. Escribieron sobre la experiencia de una manera que fue muy criticada, especialmente porque la población de Londres en ese momento era más del doble de la de Nueva Delhi.

La pareja publicó su libro debido a la preocupación por la hambruna masiva que creían que se avecinaba, particularmente en los países en desarrollo, pero también en lugares como Estados Unidos, donde la gente comenzaba a notar el impacto que tenían sobre el medio ambiente. El trabajo fue ampliamente acreditado con (o acusado de, según el punto de vista) desencadenar muchas de las ansiedades actuales sobre la sobrepoblación.

Visiones encontradas

Las estimaciones variaron, pero se espera que alcancemos el “punto más alto humano” entre 2070 y 2080, momento en el que habrá entre 9400 y 10.400 millones de personas en el planeta. Puede que sea un proceso lento: si llegamos a los 10.400 millones, la ONU espera que la población se mantenga en ese nivel durante dos décadas. Pero finalmente, después de esto, se prevé que la población disminuya. Esto generó visiones encontradas sobre nuestro futuro.

En un extremo del espectro, se encuentran aquellos que vieron como una crisis las tasas de fertilidad más bajas en algunas áreas. Un demógrafo se preocupó tanto por la caída en la tasa de natalidad en Reino Unido que sugirió gravar a las personas sin hijos. En 2019, en el país nacían en promedio 1,65 niños por mujer. Esto está por debajo del nivel de reemplazo (la cantidad de nacimientos necesarios para mantener el mismo tamaño de población) de 2,075, aunque la población siguió creciendo debido a la inmigración.

El punto de vista opuesto fue que desacelerar y, eventualmente, detener el crecimiento de la población mundial no solo es eminentemente manejable y deseable, sino que puede lograrse a través de medios totalmente voluntarios, métodos como simplemente proporcionar anticonceptivos a quienes los deseen y educar a las mujeres. De esta manera, los defensores de esta posición creyeron que no solo podríamos beneficiar al planeta, sino también mejorar la calidad de vida que experimentan los ciudadanos más pobres del mundo.

Por otro lado, otros abogaron por desviar el enfoque de ajustar el número de personas en el mundo, sin importar cuán suave o indirectamente se logre, a nuestras actividades. Argumentaron que la cantidad de recursos que utiliza cada persona tiene un mayor impacto en nuestra influencia colectiva, y señalaron que el consumo es significativamente mayor en los países más ricos con tasas de natalidad más bajas. Reducir nuestras demandas individuales sobre el planeta podría reducir la huella de la humanidad sin sofocar el crecimiento en los países más pobres.

De hecho, el interés occidental en reducir el crecimiento de la población en las partes menos desarrolladas del mundo fue acusado de tener matices racistas, cuando Europa y América del Norte están más densamente pobladas en general.
El impacto ambiental

Más allá de este debate, las estadísticas sobre el impacto que tuvimos sobre la Tierra son alarmantes. Según el organismo de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el 38% de la superficie terrestre del planeta se utiliza para cultivar alimentos y otros productos (como combustible) para los seres humanos o su ganado: 5 mil millones de hectáreas en total.

Y, aunque nuestros antepasados vivían entre gigantes, cazando mamuts, mega-vombáticos y pájaros elefantes de 450 kg, hoy somos la especie vertebrada dominante en la Tierra. En peso, los humanos representamos el 32% de los vertebrados terrestres, mientras que los animales salvajes representan solo el 1% del total. El ganado representa el resto.

El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en inglés) descubrió que las poblaciones de vida silvestre disminuyeron en dos tercios entre 1970 y 2020; durante el mismo período, la población mundial se duplicó con creces.

De hecho, a medida que aumentó nuestro dominio, se produjeron muchos cambios ambientales en paralelo, y varios ambientalistas prominentes, desde la primatóloga Jane Goodall, famosa por su estudio de los chimpancés, hasta el naturalista y presentador de televisión Chris Packham, expresaron su preocupación.

En 2013, Attenborough explicó su punto de vista a la revista Radio Times: “Todos nuestros problemas ambientales se vuelven más fáciles de resolver con menos personas, y más difíciles y en última instancia imposibles de resolver con cada vez más personas”.

A algunos la alarma por la huella ambiental de la humanidad los llevó a decidir tener menos o ningún hijo, incluidos el duque y la duquesa de Sussex, Harry y Meghan, quienes anunciaron en 2019 que no tendrían más de dos por el bien del planeta. En el mismo año, Miley Cyrus también declaró que aún no tendría hijos porque la Tierra está “enojada”.

Un número creciente de mujeres se unieron al movimiento antinatalista y declararon una “huelga de natalidad” (BirthStrike), hasta que se aborde la emergencia climática actual y la crisis de extinción. La tendencia se vio impulsada por una investigación de 2017, que calculó que el simple hecho de tener un hijo menos por mujer en el mundo desarrollado podría reducir las emisiones anuales de carbono de una persona en 58,6 toneladas de “CO2 equivalente” o CO2e, más de 24 veces el ahorro de no tener un auto.

Hoy en día, se acepta ampliamente que las personas ejercen una presión insostenible sobre los recursos finitos del mundo, un fenómeno que se destaca en el “Día del exceso de la Tierra”, la fecha de cada año en la que se estima que la humanidad agotó todos los recursos biológicos que el planeta puede brindar de manera sostenible. En 2010 cayó el 8 de agosto. Este año fue el 28 de julio.

Ya sea que el problema son demasiados humanos, los recursos que usamos o ambos, “no puedo siquiera imaginar cómo más humanos podrían ser mejores para el medio ambiente”, dijo la académica Jennifer Sciubba, autora del libro 8000 millones y contando: cómo el sexo, la muerte y la migración dan forma a nuestro mundo.

Sin embargo, Sciubba señaló que la idea de una inminente “bomba demográfica” que viene a destruir el planeta -como sugiere el libro de los Ehrlich- está desactualizada. “Cuando lo escribieron creo que había 127 países en el mundo donde las mujeres en promedio tenían 5 o más hijos en su vida”, dijo. En esa era, las tendencias de la población realmente parecían exponenciales, y ella sugirió que esto infundió pánico sobre el nivel de población en ciertas generaciones que aún están vivas hoy. “Pero hoy solo hay 8 [países con tasas de fertilidad superiores a 5 hijos por mujer]”, expuso: “Así que creo que es importante que nos demos cuenta de que esas tendencias cambiaron”.

Un futuro más feliz

La demografía no solo influyó en el medio ambiente y la economía: también fue una poderosa fuerza oculta que dio forma a la calidad de vida de las personas en todo el mundo.

Según Alex Ezeh, profesor de Salud Global en la Universidad de Drexel, Pensilvania, el número absoluto de personas en un país no es el factor más importante. En cambio, es la tasa de crecimiento o disminución de su población lo que es clave para las perspectivas futuras de un país: esto determina qué tan rápido cambian las cosas.

Tomemos África, donde Ezeh explicó que actualmente se producen tasas de crecimiento de la población radicalmente diferentes, dependiendo de dónde se mire. “En varios países, particularmente en el sur de África, las tasas de fertilidad realmente disminuyeron y el uso de anticonceptivos aumentó: la tasa de crecimiento de la población se desacelera, lo que en cierto modo son buenas noticias”, dijo Ezeh.

Al mismo tiempo, algunos países de África Central todavía tienen altas tasas de crecimiento demográfico, como resultado de la alta fecundidad y la esperanza de vida más larga. En algunos lugares, está muy por encima del 2,5% anual, “lo cual es enorme”, dijo. Y agregó: “La población se duplicará cada más de 20 años en varios países. Creo que la conversación sobre el tamaño y los números está fuera de lugar”.

“Piensa en una ciudad que se duplica cada 10 años -como varias ciudades en África. ¿Qué gobierno realmente tiene los recursos para mejorar cada infraestructura que existe actualmente cada 10 años, a fin de mantener el nivel correcto de cobertura de esos servicios? Los economistas piensan que una gran población es excelente para muchos resultados diferentes, pero ¿se logra esa gran población en 10, 100 o 1000 años? Cuanto más se tarde en llegar, se pueden establecer las estructuras correctas en el sistema que sostendrá a esa población”, añadió.

Una presencia en expansión

Aunque aún no se decidió el grado en que la humanidad continuará expandiéndose por el planeta, ya se establecieron algunas trayectorias. Y una es que es probable que la población humana continúe creciendo durante algún tiempo, independientemente de cualquier posible esfuerzo por disminuirla.

Un estudio publicado en 2014 encontró que, incluso en el caso de una gran tragedia global como una pandemia mortal o una guerra mundial catastrófica, o una política draconiana del hijo único implementada en todos los países del planeta -nada de lo cual nadie espera, por supuesto-; nuestra población aún crecerá hasta 10.000 millones de personas para 2100.

Con la humanidad lista para volverse aún más dominante en los próximos años, encontrar una manera de vivir juntos y proteger el medio ambiente podría ser el mayor desafío de nuestra especie hasta el momento.

BBC Mundo

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