La arriesgada apuesta del “Plan Caputo” con el dólar

Cómo se vinculan el megadecreto y el programa que lleva adelante el ministro de Economía, Luis Caputo; ¿llega la dolarización?

Por: Francisco Jueguen

Un prestigioso economista dice que la silla de Luis Caputo se parece a la de Celestino Rodrigo. No es por el destino final, “el Rodrigazo”, sino por la arriesgada apuesta en el sentido que -estima- es el correcto.

De manera simplista, si se ojea la historia reciente, José Bel Gerlbard -el referente de política económica de Cristina Kirchner, según ella misma lo explicitó- distorsionó todos los precios de la economía y construyó una bomba casi imposible de desarmar. Alfredo Gómez Morales abrazó, sin suerte, una especie de gradualismo cuando se fue Gelbard. Y luego llegó Rodrigo, que decidió sincerar precios, aunque muchos de quienes conocen bien esos tiempos dicen que no sabía muy bien qué era lo que hacía.

En su primera etapa, Rodrigo logró un avance, pero perdió la pulseada con la calle, fundamentalmente con los gremios. Eso terminó con la experiencia traumática de un fogonazo inflacionario que se recuerda hasta hoy. Caputo arrancó una carrera para sincerar precios. Está en esa etapa primigenia y ahora le tocará resistir las embestidas de la política y los sindicatos. El problema más desafiante para el titular del Palacio de Hacienda no será tanto el económico. Deberá conseguir apoyo político en un juego a todo o nada para volcar 180° la economía argentina a través de un polémico megadecreto y un paquete de leyes que implicarán una desregulación, liberalización y simplificación nunca vista en el país.

No es casual que Milei se refiriera unas semanas atrás al Rodrigazo. “Estamos frente a la peor crisis de la historia, combinando elementos del Rodrigazo de 1975 y la hiperinflación de 1989, así como lo vivido durante la crisis de 2001″, les describió a los empresarios del círculo rojo en el Hotel Alvear.

Tampoco que Caputo haya retuiteado ayer un posteo de Milei que decía lo siguiente: “Para los que dicen que no hay riesgo de hiperinflacionario. Debe ser que no pueden admitir su incapacidad en el manejo de la economía y/o (sic) ignorancia. La única forma de terminar con esto es congelando la cantidad de dinero (de ahí el déficit cero y sanear al BCRA). LO HAREMOS!!!”, escribió el Presidente.

Detrás de esa idea central hay dos claves que irían moldeando esa confianza, pero que necesitan tiempo: la primera es la eliminación el déficit fiscal (y de la emisión que suele financiar, también con deuda, esos baches entre ingresos y gastos). La segunda, una brutal reforma estructural (desregulación y apertura). Eso fue el megadecreto y será el paquete de leyes, que se estaría enviando el próximo martes al Congreso. “Están trabajando”, afirman en el Ministerio de Economía. Tras hacer circular un borrador impositivo, el texto ahora es ajustado en la Dirección Nacional de Impuestos (Juan José Imirizaldu), contaron. No caben dudas. Abrirá otro frente de combate. Para dar tiempo a que se materialicen esos cambios se fijó un ancla monetaria tras el salto del dólar por arriba de lo esperado: una devaluación de 2% mensual.

“La expectativa de devaluación está tan anclada en el corto plazo que me parece que no pasará nada con los tipos de cambio”, dicen en el BCRA. “Los diarios se pasaron diciendo los últimos días que con la baja de tasa del Banco Central iba a subir el dólar y bajó”, se congratulan en la entidad monetaria. Hay factores que ayudan, claro: la demanda estacional de pesos crece en diciembre y enero. Pero, particularmente, lo que manda es que todos los instrumentos de inversión están en una licuadora encepada. Todos pierden, pero pierden menos quien sigue las flechas plantadas por el Gobierno. En ese sentido, en el sector privado se activó, por ahora, la elección por una tasa implícita en dólares positiva -la misma surge de comparar la tasa de interés de un plazo fijo contra la expectativa de devaluación del tipo de cambio-. Para bancos, empresas y cerealeras actualmente es más conveniente, por lo menos en el corto plazo, hacer tasa en pesos. El que vende stock de soja se apura para aprovechar el tipo de cambio alto y después hace carry. El minorista iría a un plazo fijo UVA por 90 días -restringe la circulación de pesos, lo mismo que ocurrirá entre empresas con el bono para importadores desde el miércoles-; los institucionales van a letras cortas del Tesoro.

Hay contradicciones, pero manda el pragmatismo, no el dogmatismo. Menos, las promesas de campaña. “Es increíble que quienes quieren cerrar el BCRA porque estafa a la gente con la inflación sean los que van a quedar al tope del ranking de estafas usando la inflación. ¡Defensores de la propiedad privada, abstenerse!”, cuestionó un académico que sigue el día a día del acontecer político.

Con la devaluación derriten el pasivo remunerado del Banco Central al dólar oficial. La contracara son los depósitos de los clientes en las entidades financieras. El tesoro ajusta y el BCRA buscar ofrecer señales de emisión al mínimo: con los pesos de la letra que licitó esta semana (LEDE), Caputo compró bonos del Tesoro en manos de la entidad. No limpiará su balance (eran papeles ajustados a inflación en medio de un fogonazo), pero no deberá imprimir billetes por vencimientos. Con el ajuste fiscal, son señales al mercado de la contracción monetaria que se viene con una base que hoy crece estacionalmente, pero que en febrero volverá a replegarse. Además, en esta semana, en la entidad se aseguraron una fuerte recompra de reservas en el arranque de la gestión Milei, que ya alcanza casi los US$2000 millones.

Terminar con el atraso de precios relativos

En el cortísimo plazo, probablemente desde el mes que viene, el Gobierno comenzará a anunciar además una fuerte suba de las tarifas de los servicios públicos (luz, gas, transporte). La idea es que el mercado confíe en que no queda precio atrasado en la economía argentina. Ni dólar ni tarifas, principalmente. El impacto en este trimestre de la inflación será voraz para todos: diciembre, enero y febrero mostrarán subas significativas. El pico -esperan- será este mes, con números que superan el 25% (33% en alimentos). Enero y febrero, se sostendrán por la inercia y las subas de luz, gas y transporte. El megadecreto además liberalizó otros precios que impactarán (tarifas de aéreos y prepagas).

La pregunta del mainstream del mercado es si, con la actual tasa de inflación, Bausili podrá mantener el crawl al 2%. “Es imprescindible que lo haga”, suele decir estos días a sus clientes el discípulo de Ricardo Arriazu y prestigioso economista, Fernando Marengo. Si el BCRA tiene que ajustar ese crawl es porque el programa fracasó y las expectativas de inflación serán más elevadas para todos. Si esas expectativas cambian (si se huele que el dólar está barato), habrá una corrida con el dólar y más brecha. En el BCRA, por las dudas, matizan. Creen que puede haber “recalibraciones” sin que ese sea “un fracaso”. Se verá.

Cerca del exministro de Economía, Sergio Massa, dudan. Creen que es difícil que el megadecreto pase el filtro de la Justicia y el Congreso. Lo mismo el paquete de leyes. La dilatación de esas definiciones empujaría la necesidad de otro salto devaluatorio. Esta semana, Guillermo Michel le presentó a Massa un informe en el que la reversión de Ganancias, la suba de retenciones, el cese del programa Compre sin IVA y la suba del PAIS a las importaciones le sumará a la recaudación 2,36% del PBI.

Caputo piensa también en una mejora del tipo de cambio a futuro, pero no a través de otra devaluación sino gracias a la mejora de la presión tributaria, la baja de costos laborales, del financiamiento, la logística y la apertura comercial que proponen al megadecreto y el paquete de leyes. “Hay que hacer los otros deberes. En el corto plazo, el mercado cree y tiene incentivos”, dice Marengo. Pero eso puede cambiar rápido. Los deberes son, en medio del camino, apurar la competitividad sistémica, uno de los versículos preferidos recitados por los especialistas de Cambiemos antes de que se desataran las dos corridas cambiarias de 2018 y 2019. Las reformas estructurales serán la “devaluación por la positiva” para el sector privado. Pero no es fácil que ocurran: deben pasar el filtro de la casta (cualquier que se oponga al plan). Se verá si esas medidas compensan la apreciación y los aumentos de impuestos PAIS y el de las retenciones.

En el megadecreto hay más de 300 cambios fundacionales. Pero lo laboral sorprende. Lo enumeró Luis Campos, coordinador del Observatorio del Derecho Social en el Instituto de Estudios y Formación de la CTA. El DNU impone “fuertes límites” al ejercicio del derecho de huelga; se exige una cobertura mínima del 75% los servicios esenciales; se enlistan las actividades y servicios de importancia trascendental, en las que se exige una cobertura mínima del 50% (entran casi todas); se eliminan las cláusulas de solidaridad establecidas en los CCT [convenios colectivos] y se ponen obstáculos para que los sindicatos recauden las cuotas sindicales; la ultraactividad de los CCT “entra en un limbo interpretativo”; la vigencia de la ley de contrato de trabajo pasa a tener un carácter supletorio; se reduce la indemnización por despido y se habilita su reemplazo por fondos de cese laboral por vía de la negociación colectiva; se amplía el período de prueba a 8 meses (de los 3 actuales); se abre la puerta a eliminar las relaciones de dependencia en establecimientos de hasta cinco trabajadores; se modifica la presunción de existencia de un contrato de trabajo en el caso de prestación de servicios y facturación periódica; se abre la puerta a desregular totalmente la jornada laboral vía negociación colectiva; se le otorga el derecho a las pymes para pagar las sentencias laborales condenatorias en 12 cuotas, con actualización por IPC; se incluyen modificaciones en el régimen de teletrabajo en perjuicio de los trabajadores; se eliminan las multas por empleo no registrado y por falta de pago de las indemnizaciones por despido, entre otros grandes cambios propuestos.

Vale una aclaración para el mundo del trabajo: los marcos en el que se mueven las empresas son clave, pero los verdaderos saltos en la creación de empleo están muy vinculados al ciclo económico.

La dolarización

“El Gobierno podrá lanzar un plan de estabilidad cuando haya logrado eliminar todo vestigio de cepo cambiario”, dijo Domingo Cavallo, días atrás. Fijado el turbulento rumbo actual, si el experimento sale como esperan en el oficialismo, el Gobierno podría levantar el cepo y unificar el tipo de cambio a mitad de año e incluso empezar a ver ingresos de capital o inversiones. La Argentina está regalada en dólares.

La inflación, recesión mediante (con pesos que alcanzan ya para poco), se desaceleraría a un dígito. La cosecha haría que el recorte fiscal fuera menor al previsto, unos 3 puntos del PBI, en vez del 5,2% y se daría vuelta el rojo comercial de US$8000 millones actual gracias al campo y también a los menores gastos en energía. Es la luz al final del túnel, la esperanza tras el mal trago que nadie quiere adelantar. Ya no quedan locos que vuelvan a vender “brotes verdes” que no alcanzaron a nacer con Macri.

“Habrá que bancar la parada”, cuenta un economista sorprendido por la apuesta de Caputo. La política pondrá palos en la rueda y la clase media sufrirá el mayor peso del ajuste (porque es la que lo puede pagar). No serán meses fáciles para la población, sobre todo, en un contexto en el que los ocupados argentinos ven, una vez más, licuarse sus ingresos. Es un ajuste salvaje y persistente en el tiempo como el que nunca se vio en el país. Comenzó hace seis años y se mantuvo. La tolerancia, por eso, es baja. Hay crédito, no cheque en blanco. Algunos resultados tendrán que verse pronto para recuperar capital político.

Si la tormenta pasa y la estabilización se concreta, el megadecreto que firmó el Presidente ya entorna la puerta a una economía bimonetaria, esa misma que pregonaba Carlos Melconian en campaña con Patricia Bullrich. Se podrán hacer contratos en cualquier moneda y las deudas se cancelarán en pesos, dólares o bitcoins. No importa. “Es una dolarización de hecho”, anticipa el mismo economista pícaro que recordó al Rodrigazo de los 70. Todos están al tanto que cualquier argentino libre terminará eligiendo al dólar por sobre el devaluado peso. “Hay una puerta abierta a la dolarización”, vuelve a destacar el experto. Rodrigo no llegó a esa instancia: todo explotó mucho antes. Caputo y Milei apuestan a cambiar la historia.
Francisco Jueguen

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