Djokovic en el Australian Open: campeón por décima vez y recuperó el N° 1

Djokovic

Uno año después de haber sido deportado de Australia por no estar vacunado contra el Covid-19, el serbio se consagró en Melbourne y sigue haciendo historia en el tenis.

Novak Djokovic reescribe, con fiereza y sin titubeos, los libros de historia más notables del tenis. El serbio, inmortal en los courts del Abierto de Australia, conquistó por décima vez el título en el Melbourne Park e igualó, con 22 trofeos individuales de Grand Slam, el récord que ostentaba Rafael Nadal. La victoria frente al griego Stefanos Tsitsipas por 6-3, 7-6 (7-4) y 7-6 (7-5), en 2h56m, además, le permite a Nole regresar a lo más alto del ranking, en reemplazo del español Carlos Alcaraz. Ni bien terminada su obra de arte, Djokovic buscó a su familia en un rincón del Rod Laver Arena, se abrazó con cada integrante de su equipo y expulsó la presión que sentía, derrumbándose en el piso y llorando.

Un año después de haber sido deportado de Australia por incumplir las reglas sanitarias (no se vacunó contra el Covid-19), Djokovic volvió al primer major de la temporada a lo grande, desquitándose de aquella pesadilla que no sólo lo expulsó de Oceanía sino que lo tuvo trastabillando durante varios meses de la temporada: pagó cara la inactividad cayendo en los cuartos de final de Dubai a fines de febrero, se despidió del número 1 (ante el ruso Daniil Medvedev) y no pudo ingresar en los Estados Unidos, perdiéndose los certámenes de Indian Wells, Miami, Cincinnati y el US Open (tampoco jugó en Montreal). Sin embargo, el título en Wimbledon (en julio) más los logros en Tel Aviv, Nur-Sultán y en el Masters en Turín lo llenaron de confianza y lo impulsaron hacia lo que vendría este año.

El balcánico de 35 años comenzó la temporada obteniendo el ATP 250 de Adelaida, lo que le permitió ser el cuarto jugador con más trofeos individuales de la historia (con 92), igualando la línea de Nadal. Pese a las molestias en el isquiotibial izquierdo, llegó envalentonado a Melbourne y volvió a brillar en el lugar que domina como nadie. Frente a Tsitsipas, Nole sumó 1833 días sin perder sobre el cemento aussie: su última caída fue en los 8vos de final de 2018 ante el coreano Hyeon Chung.

Si Tsitsipas pretendía coronarse por primera vez en un Grand Slam (lo que le hubiera permitido, también, ser número 1), debía hacer algo sin precedentes, ya que Djokovic arribó a la batalla final habiendo ganado cada una de las nueve finales disputadas en el Australian Open. Y si bien, en su segunda final de Grand Slam, el jugador de 24 años nacido en Atenas mostró coraje y creatividad, no le alcanzó para superar a Djokovic, un deportista acostumbrado a los desafíos emocionales más espinosos. Sin la presencia de su padre, Srdjan, en la tribuna, luego del escándalo que provocó al posar para las fotografías con simpatizantes de Vladimir Putin que llevaban símbolos pro-guerra, Djokovic vivió momentos de tensión, pero siempre halló soluciones para convertirse en escapista, una de sus cualidades más asombrosas. Cuando parece herido, suele hallar soluciones y desanudar el problema.

Con Roger Federer retirado y Nadal envuelto en dudas al estar sufriendo con su cuerpo, Djokovic dio otro paso hacia la eternidad en el mundo de las raquetas. Activo y sin obstáculos atléticos, Nole tiene viento de cola para terminar la discusión como el integrante del extraordinario Big 3 con mayor cantidad de trofeos de Grand Slam. Sin el vendaje en el muslo izquierdo que lució durante los primeros seis partidos del certamen australiano y apoyado por una ruidosa multitud (también los griegos se hicieron notar en el Melbourne Park), Djokovic amplió a 28 encuentros su racha de éxitos en Australia. Nole se convirtió en el quinto jugador (hombre o mujer) en ganar 22 o más títulos individuales de Grand Slam, después de Margaret Court (24), Serena Williams (23), Steffi Graf y Nadal (ambos, 22).

Djokovic rompe las marcas. Con 35 años y 252 días, es el tercer hombre de mayor edad en ganar el título de Australia en la Era Abierta, después de Ken Rosewall (en 1971 y 1972) y Federer (en 2018). Este lunes, asimismo, comenzará su 374° semana como número 1 del mundo, extendiendo su récord en la cima (Federer, el segundo en el rubro, finalizó su carrera con 310).

“Ha sido uno de los torneos más desafiantes de mi vida (…) Recordando las circunstancias, puedo pensar que esta ha sido la victoria más importante de mi vida”, expresó Djokovic, sosteniendo el trofeo Norman Brookes, quince años después de obtenerlo por primera vez (en 2008, cuando era número 3 del mundo, venciendo en la final al francés Jo-Wilfried Tsonga).

Tsitsipas, que conocía lo que era perder una final de Grand Slam ante Djokovic (en Roland Garros 2021, el serbio dio vuelta el resultado y se impuso por 6-7 -6-, 2-6, 6-3, 6-2 y 6-4), llegó a la final australiana compitiendo en un nivel muy alto. Ágil, con excelente capacidad para contragolpear, Tsitsipas intentó mandar con su derecha picante y, durante una buena porción del partido, lo consiguió. Anotó más tiros ganadores que Djokovic (40 contra 36), pero apenas aprovechó el 33% de las chances de quiebres que dispuso (1 de 3). Logró un 65% de primeros servicios, casi la misma cifra que Djokovic, pero el serbio consiguió una mejor marca de puntos ganados con el primer saque (82% contra 72%). Además, el balcánico le rompió el saque al griego dos veces y ganó la pulseada espiritual, porque cada vez que Tsitsipas aceleró e incomodó, Djokovic remendó la dificultad con celeridad. Ello frustró al griego.

Por ejemplo, en el segundo parcial, Tsitsipas inquietó a Nole al darle más profundidad a sus golpes y comenzó a imponerse en los peloteos desde el fondo del court (muchos reveses -de una mano, claro- terminaron en grandes puntos). Sin embargo, Djokovic, que no se deja desmoralizar, hizo olvidar los once años de diferencia con su rival y, con una capacidad atlética asombrosa, llegó a los bruscos cambios de dirección de la pelota, obligando una y otra vez a Stefanos a seguir arriesgando.

Después de salvar -en ese segundo parcial- su único punto de quiebre en contra, que también representaba un set point, a Djokovic le alcanzó con aprovechar los errores del rival para llevarse el tie-break con un saque abierto que Tsitsipas no pudo devolver. El balcánico comenzó mal el tercer set, con una doble falta que acabaría siendo el primer break de Tsitsipas. Pero reaccionó de inmediato e igualó el resultado. Nole apretó los dientes y aceleró, tanto, que ya sería inalcanzable.

“Novak, no sé qué decir… Creo que habla por sí solo lo que has logrado. Los números están ahí, así que felicidades. Admiro lo que has hecho por nuestro deporte. Me haces mejor jugador cuando estoy en la cancha. Sacas lo mejor de mí y estos son los partidos por los que he estado trabajando toda mi vida”, expresó, durante la premiación, Tsitsipas, que no logró convertirse en el primer griego en ganar un título de Grand Slam pero desde este lunes regresará al N° 3, su posición más destacada.

Un régimen sin gluten desde hace más de una década, una cámara hiperbárica de oxígeno para la recuperación de los músculos, un gurú en los aspectos mentales y visitas a una “pirámide” en Bosnia (que en realidad es una colina natural), son algunos de los aspectos en los que Djokovic cimenta su preparación. Sin embargo, su mala reputación aumentó durante la pandemia, cuando se mostró escéptico frente a la enfermedad y a las vacunas, ganándose el apodo de “NoVax”. Organizó, a mediados de 2020, un torneo de exhibición en los Balcanes que se convirtió en un foco de infecciones de Covid-19 y hace un año fue deportado de Australia por no estar vacunado. En su antagonismo histórico con Federer y Nadal, muchos lo ven como el “chico malo” de la película. Pero más allá de su matices, nadie puede omitir su talento y ferocidad competitiva que lo encumbran como una leyenda.

“No jugué el año pasado, volví este año. Quiero agradecer a todas las personas que me hicieron sentir bienvenido. Fue un viaje largo. Todo mi equipo y mi familia saben por lo que hemos pasado en las últimas cuatro o cinco semanas y esta es probablemente la mayor victoria de mi vida”, confesó Djokovic, un atleta voraz, que no perdona y que se acrecienta ante la adversidad. Otra vez lo demostró.

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