MOSCÚ.- El Mundial tendrá el domingo una final inédita, un Francia versus Croacia que mantiene abierta la historia del fútbol: o bicampeón o nuevo campeón.
Croacia se impuso hoy 2-1 a Inglaterra en el alargue de un partido en el que los balcánicos mostraron más garra que fútbol, un notable espíritu tras su tercer duelo consecutivo a 120 minutos. Inglaterra, que tuvo el triunfo en la mano, perdió una enorme oportunidad.
Pese a la presencia de Mick Jagger en un palco, la semifinal no fue precisamente música en cuanto a fútbol. Quizás fue el gol tempranero el que la afectó, quizás el cansancio de los croatas, que venían de dos definiciones por penales, quizás el exceso de cuidado que tuvo Inglaterra. O quizás todo eso.
Lo cierto es que la noche de Moscú se quedó pronto sin el suspenso del gol, porque a los cinco, Kieran Trippier, el «motorcito» de Inglaterra en todo el Mundial, conectó un impecable tiro libre que entró limpio en el ángulo izquierdo de Subasic.
Inglaterra 1, Croacia 0 y miles de eufóricos ingleses que comenzaron a cantar «Football is coming home» (el fútbol vuelve a casa), aquella canción de la Eurocopa 96 que organizó Inglaterra y se llevó Alemania.
Trippier, que es desde la banda derecha clave en el equipo de Gareth Southgate, no metió ese gol de casualidad. Suele estudiarse meticulosamente videos de los mejores pateadores, en especial los de David Beckham y Andrea Pirlo. Hoy les hizo honor. Inglaterra no metía un gol de tiro libre directo en un Mundial desde que lo hiciera Beckham en Alemania 2006.
La noche era fresca y el partido seguía flojo. Pasada la media hora, Harry Kane se perdió increíblemente el gol al rematar contra el palo a un metro del arco y con todo el tiempo del mundo. Lo salvó que línea marcara, erróneamente, posición adelantada.
Croacia mostraba poco, apenas los pelotazos de Subasic desde el arco para Mandzukic sesenta metros adelante, o la fuerza y la rebeldía de Rebic. Ni Modric ni Rakitic tendrían un gran día, pero ambos lucharon y se asociaron con inteligencia para potenciar a sus compañeros. Otra historia, muy diferente, fue la de Kane, al que podría definirse como ausente sin aviso.
Pero en el fútbol puede pasar cualquier cosa si la diferencia es de sólo un gol, y así fue que Vrsaljko cruzó a los 68′ un centro desde la derecha que fue a buscar con ferocidad Perisic. El delantero del Inter advirtió que Walker se dejaba ganar la espalda y saltó sobre él para rematar de zurda. Los ingleses no lo podían creer, los hinchas croatas, tampoco.
El gol de Perisic que empató el partido ante Croacia – Fuente: Tv Pública 1:14
Y menos real aún pareció todo cuando un par de minutos más tarde, Perisic volvió a tener el gol en los pies y estrelló la pelota en el palo.
El partido era otro, más intenso y emotivo ahora, aunque lejos de ser bueno. La pelota pasaba demasiado tiempo sin control y en el aire. A Inglaterra se le había marchitado la confianza -exactamente igual que ante Colombia tras el empate «cafetero» en los últimos momentos del tiempo regular-, pero Croacia tenía marchitada la energía. Era una semifinal que no le hacía justicia al gran nivel del Mundial en el resto del torneo.
Así y todo, a los 90′ Trippier colocó un tiro libre como con un guante en la cabeza de Kane, pero el «9» cabeceó al pasto y desviado. Alargue, entonces, el tercero consecutivo para los croatas, el segundo en el torneo de los británicos.
Peligrosa falta de intensidad y confianza de los ingleses, porque podía pasar que Perisic bajara una pelota de cabeza y de espaldas para que Mandzukic se le escapara a los centrales y pusiera el 2-1 croata a los 109′. Que fue, en efecto, lo que sucedió.
En el estadio se produjo un cambio notable: los eufóricos hinchas ingleses se hundieron en un silencio profundo, mientras los croatas eran pura euforia. Abajo, once camisetas blancas se arrastraban por el césped. La final, que tan cerca había estado, era de Croacia. El sueño de superar lo de 1966 tendrá que esperar.