Cómodo debut de Rive Plate ante Central Córdoba de Santiago: 3 a 0

Solo el contexto explica por qué -con alto nivel de consenso- es silbado el técnico de un equipo que literalmente bailó a su rival, goleándolo y exponiendo la candidez táctica de su entrenador, novato frente a rivales de la jerarquía de River.

Únicamente la coyuntura le da sentido a esa Monumental reprobación en diferido. Una descarga tardía de sensaciones acumuladas por la eliminación frente a Boca en Córdoba y el posterior el empate con fragancia a derrota frente a Nacional que si no pareció fuera de contexto previo al 0-3 fue porque a Demichelis no se le exigen resultados sino impronta. La que en casa volvió a mostrar para imponer condiciones y golear en el arranque del sueño del bicampeonato.

Un triunfo que no dejó de ser un producto de la lógica. Central Córdoba (SE) de por sí no era -ni fue, ni será- medida para River. Se reveló como un rival más incauto que valiente, como aspira su DT González Vélez, quien en su estreno salió a obsequiarse defendiendo alto pero sin tensión y a la media hora ya estaba 0-2 y con uno menos. Todas facilidades que River aprovechó para sacar una ventaja cómoda y, después, jugar de a ratos a un toque desde las combinaciones entre Nacho Fernández, Echeverri, Barco, Colidio y Solari y hasta hacer exhibiciones de técnica individual como la finta de Paulo Díaz que hizo estallar en aplausos a todo el estadiol cuando promediaba un ya poco interesante segundo tiempo. Un período que se justificó por el golazo con el que Esequiel Barco se despojó de cualquier maleficio que pudiera pesarle.

Lo valioso, en todo caso, no es solo que River volvió a ganar después del golpe al mentón en Montevideo: del triunfo se desprenden otras conclusiones atendibles en proyección. Como el olfato de Facundo Colidio para ser otra vez el killer, como frente a Instituto; la consistencia de Agustín Sant’Anna tras su prolongada ausencia post (error en el) superclásico de febrero, especialmente en ataque, para amplia la cancha; la solvencia de Milton Casco; la vuelta al gol de Barco tras sus altibajos; las reacciones de Armani y poco más.

La amplia brecha de jerarquía, por caso, también explica mucho de lo anterior, pero que la rotación haya funcionado ante un almanaque inclemente hasta el receso por la Copa América es una señal ciertamente positiva. Aunque River no puede (no debe) sobredimensionar esta victoria porque posiblemente sea un copy-paste de lo que le ocurra ante el resto de los adversarios de menor piné que visiten el Monumental por la Liga.

Hasta es probable que se asemeje al trámite que puede vislumbrase en los encuentros frente Libertad o Deportivo Táchira. Tendrá que entenderla como lo que es: un patrón quizás hasta engañoso. La verdadera vara del equipo de Demichelis está en la Libertadores, esa Copa que fue reclamada vorazmente por los hinchas. Es en ese torneo internacional/obsesión popular donde River, con sus intérpretes habituales, debe conseguir el mismo nivel de seguridad que este sábado. Donde tiene que imponer su liderazgo futbolístico mezclado con tensión, combinación requerida para ser competitivo fronteras afuera.

Este River que está en condiciones de aspirar a su bicampeonato en Liga luego de este debut contundente todavía tiene que pegar el estirón para volverse rocoso a nivel continental. Para no volver a sufrir, por ejemplo, por esos mata-mata que -a excepción de la Supercopa Argentina ante Estudiantes- cuando enfrentó a rivales de la misma talla han generado más dolores de cabeza que alegrías.

La gente, de algún modo, se lo hizo sentir a Demichelis. No deja de estimar sus triunfos, sus títulos ni sus holgadas ponencias de fútbol a nivel local. Pero al mismo tiempo que festejó, y cantó, y celebró, le exigió desde el chiflido.

Porque entiende el contexto. Y no se quiere confundir.

Nico Berardo (Olé)

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