Ricardo Darín recibió un premio a la trayectoria en el Festival de San Sebastián

Cuando Ricardo Darín dice que en San Sebastián se siente como en su casa no recurre al lugar común ni pretende congraciarse con quienes decidieron asignarle el premio Donostia a la trayectoria, junto a Agnès Varda y Monica Bellucci.

 
El galardón que le fue entregado esta tarde, ante un auditorio colmado por más de dos mil personas que aplaudieron a rabiar, con un Darín conmovido, que entre la honestidad brutal y la diplomacia volvió a decirle a la audiencia que éste es el premio más importante que obtuvo en su vida.
 
El argentino hizo una escala fugaz en la ciudad vasca que lo cobija como un donostiarra más desde hace más de dieciséis años, ya que su día a día en Madrid se reparte entre el cine y el teatro. En esta parada efímera, Darín también encabezó la presentación de La cordillera en el Kursaal, junto al director Santiago Mitre y dos de las actrices del film, Elena Anaya y Dolores Fonzi (a su vez, integrante del jurado de la Sección Oficial). Ante la prensa internacional, confesó que no tiene "la frialdad" como para incursionar en la política.
 
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En cambio, no pudo cumplir con un ritual casi sagrado: marcarse una hoja de ruta independiente de las celebraciones. Hay un Darín mimetizado con el donostiarra, que paseaba en bicicleta por el bidegorri (bicisenda) buscando los lugares característicos de la zona: el viejo Branka para degustar la pesca del día, la taberna Orbela, la barra del Ganbara. Su vínculo con el festival comenzó en 2001, cuando compartió alguna noche de cañas y pinchos con el equipo artístico de La fuga, el film de Eduardo Mignogna que competía en la Sección Oficial. Hoy sigue siendo el hijo pródigo del festival que ayer lo distinguió por su trayectoria.
 
Previamente, en la atestada conferencia de prensa matutina, los paralelismos con su presidente ficticio de La cordillera hicieron que las preguntas viraran a sonsacarle algún concepto sobre el referéndum catalán. "Ya tengo bastante con la política argentina", dijo entre sonrisas, aunque concedió que "metafóricamente" las películas pueden influir en el humor social: "El cine es una herramienta muy útil para mostrar posibilidades", explicó. "Las uniones siempre son frágiles, depende de cómo se las cuida, alimenta y respeta -aludió a la cumbre de mandatarios en la que está ambientada la película de Mitre-. En América del Sur hace tiempo que soñamos con una unión que nos convierta en algo más fuerte de lo que somos."
 
Poco antes de su gran día, aún en Madrid, Darín compartió algunas de las sensaciones que le provoca este lauro -que ya recibió el domingo último la cineasta belga Agnès Varda y será mañana de la actriz italiana Monica Bellucci- que le llega, explica, cuando todavía está "de ida", repleto de proyectos en España y la Argentina.
 
-¿Qué pasó por tu cabeza al enterarte de que recibirías un premio Donostia?
 
-Quedé estupefacto. Porque siempre lo consideré un festival muy serio. Además es el más querido de todos para mí, por la cantidad de veces que vine, por cómo me trataron y cómo me hacen sentir siempre como en casa. Entiendo que lo que debe haber pesado en la balanza a mi favor es que San Sebastián es una ciudad en donde yo me llevo bien con la gente. Conozco y quiero mucho a quienes producen el festival: siempre han sido muy cálidos conmigo. Al otorgarme este premio, tengo la sensación de que me dan una especie de abrazo.
 
-¿Por qué no pensar en que te lo merecés?
 
-Hace dos años se lo entregué a Dustin Hoffman. ¡Dustin Hoffman! ¿Se entiende? Uno de los más grossos de la historia del cine universal. Tal vez en ese momento se me ocurrió pensar que este tipo de reconocimientos te los dan cuando cumplís muchos años, nunca antes. ¡Si hasta he bromeado con eso de los años! Cuando me dijeron que me iban a dar el Donostia, me emocioné mucho. Y no puedo dejar de linkearlo con aquel momento.
 
-El hecho de que te den este reconocimiento al conjunto de tu carrera y cuando cumplís 60 años hace que te plantees que es momento de hacer un balance?
 
-Siento que todavía estoy de ida. Por eso me genera un poco de ambivalencia que me den un reconocimiento a una trayectoria, es medio como a contramano. Pero viene muy bien. Es un gran alimento para el espíritu. Espero que no intoxique demasiado mi ego. Y es un empuje muy grande. Porque éste es un lugar, un país, en el que siempre me sentí muy querido, valorado y respetado, con mucha educación, y eso para mí es sumamente importante.
 
-¿Qué te queda pendiente como actor?
 
-La verdad es que no hago ese tipo de balances, aquello de "hice tal cosa y me falta tal otra". Soy, digamos, susceptible a las historias con las que me voy encontrando. Y en muchos casos, he tenido la suerte de encontrar historias que me estimularon y me empujaron a ir hacia adelante. Eso es lo único que espero. Más allá de que estoy inaugurando nuevas facetas, con mi hijo y un grupo de amigos tenemos una pequeña productora y queremos hacer historias que nos gusten a nosotros. Fuera de eso, como actor no tengo ambiciones. Nunca las tuve. Siempre fui paso a paso, haciendo las cosas que sentía que de alguna manera representaban un desafío para mí o dar un nuevo examen. Porque en definitiva nuestro oficio es ése, estás dando exámenes todos los días. No hay handicap o currículum que valgan. A la hora del examen, es la realidad de tu trabajo frente a la mirada de todos. Y eso es lo vertiginoso de nuestro oficio.
 

En Madrid como en Buenos Aires

Ricardo Darín hizo un viaje relámpago a San Sebastián para recibir el Donostia porque en Madrid el cine lo ocupa durante el día y el teatro lo retiene por las noches. En la capital española filma el thriller Todos lo saben, a las órdenes del iraní Asghar Farhadi (último ganador del Oscar a la mejor película extranjera por El viajante), junto a Javier Bardem, Penélope Cruz y Bárbara Lennie (Una especie de familia). Su personaje es el culpable de la barba y el cabello crecido que lució a su llegada al País Vasco. "Farhadi no tiene claro qué imagen quiere para mi personaje. Por eso me tiene como un homeless y no me deja quitarme esta peluca", afirmó.
 
Por las noches, abandona su personaje de marido de Cruz para retomar el que compone en Escenas de la vida conyugal junto a Andrea Pietra, que tiene funciones hasta el 22 de octubre en los Teatros del Canal.
 
La productora que creó junto a su hijo quizá sea el vehículo para que dirija nuevamente (ya había firmado La señal, en 2007, a cuatro manos con Martín Hodara). En el futuro cercano, explicó a El País, imagina volver a ponerse en ese rol, en este caso en solitario. "Uno puede dirigir un largometraje cuando tiene la sospechosa sensación de que puede aportar algo a una historia -expresó-. Siento que de todo lo que he vivido y experimentado han ido surgiendo ideas que puedo plasmar en una película. Es algo que, de alguna forma, he venido haciendo con los directores con los que he ido trabajando, pero ahora quiero asumir la responsabilidad total, contar una historia que me pertenezca de principio a fin".
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