La despedida de Juan Román Riquelme: Messi, la camiseta de Maradona, Bianchi y sus amigos

Juan Román Riquelme

El ídolo de Boca tuvo su noche soñada, rodeado de afectos y buen fútbol; los detalles de una ceremonia del fútbol

Y llegó el día. Finalmente, llegó. Esa última vez que Juan Román Riquelme pisaría el césped del “patio de su casa” vistiendo la camiseta de Boca como si aún se sintiera jugador. Rostros acongojados después de tanta emoción contenida; una ovación cerrada, con la laringe tensa, se colaba desde las tribunas y se repetía una y otra vez como un lamento desconsolado de quien ve alejarse al amor de su vida. Como no podía ser de otra manera, el 10 hizo lo mejor que podía hacer: se entretuvo jugando un “picadito” junto a esos amigos que le dejó el fútbol: Lionel Messi, Pablo Aimar, Leandro Paredes, Marcelo Delgado, Gustavo Barros Schelotto, Ángel Di María y Lucho González, entre otros.

“Estoy demasiado feliz. Esto es mucho para mí. Quiero agradecerles a todos los compañeros y técnicos. El 10 de noviembre de 1996 entré en la película más linda”, dijo un emocionado Riquelme ante los presentes tras finalizado el partido. “Riquelme es de Boca, de Boca no se va”, le respondieron los hinchas. Román tuvo palabras de cariño para José Pekerman y el Coco Basile. “Y acá el señor…”, y señaló a Bianchi ante una multitud que coreó el nombre del extécnico. “Lo quiero”, le dijo al Virrey.

“Desde el primer partido hasta el último me han querido mucho. Me tocó jugar con el más grande que yo vi de chiquito, que fue Maradona. Hoy es un día maravilloso para todos los bosteros porque podemos disfrutar de alguien que es increíblemente grande y que es Messi” y agregó, dirigiéndose al rosarino “siempre me dijiste que sí, que ibas a estar en mi partido y te agradezco por eso”.

No fue una jornada más para la multitud de hinchas que desde temprano rodearon la Bombera para decirle adiós a uno de los mejores jugadores que supo usar esa camiseta a lo largo de toda la historia del club. Incluso antes de que abrieran las puertas, la calle Irala se volvió un desfile incesante de mujeres, niños y hombres. Todos felices. Todos cantando y bailando.

En medio de un clima de completa festividad –tal vez porque el paso del tiempo desde aquella última vez que el ahora vicepresidente del club usó la azul y oro alivianó el duelo por su pérdida en la cancha– las camisetas y gorros con la imagen del 10 tiñeron las calles de uno de los barrios más porteños de la ciudad.

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