El incomparable embrujo de las viudas peronistas.

Por Federico Andahazi. Después de décadas de silencio, habló la viuda de José López Rega, personaje con ribetes literarios del que me he ocupado extensamente cuando escribí el tercer volumen de la «Historia sexual de los argentinos».

Las viudas siempre han ejercido una extraña fascinación entre nosotros, como si fueran las dueñas de un secreto que sus difuntos maridos se llevaron a la tumba. Acaso albergamos la supersticiosa creencia de que ellas son las intermediarias entre los muertos y los vivos y que, tal vez, podrían revelarnos esas verdades ocultas.

El personalismo, por su mismo carácter místico, no cree en las ideas, sino en el poder único, mesiánico y mágico del líder insustituible. No se busca seguir una línea de pensamiento, sino que el ejercicio del poder consiste en aplicar exégesis, dogmas y en «encarnar» el espíritu del caudillo. «Volveré y seré millones», «Mi único heredero es el pueblo» y otros apotegmas por el estilo hablan de estas creencias animistas argentinas, tan contrarias a las sarmientina y racional frase: «Bárbaros, las ideas no se matan».

El peronismo supo como ninguna otra fuerza explotar políticamente esa veta mágica que tanto nos cautiva. La viudez convirtió a una insignificante bailarina de cabaret en presidente de la República, como si hubiera sido la portadora del alma del fallecido general. El hecho de que fuera ella la compañera de fórmula que eligió Perón contenía esa creencia velada.

Años más tarde, otra viuda peronista, también presidente, se transformaba en la mensajera del marido muerto. Las referencias espritistas de Cristina Kirchner como medium de su difunto esposo han sido públicas y, de hecho, fueron transmitidas en cadena nacional. «Él» fue el nombre buñuelesco del espíritu del difunto. «Juro por Dios, la Patria, y sobre los santos evangelios desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de Presidenta de la Nación y hacer observar fielmente la Constitución. Si así no lo hiciera que Dios, la Patria y ‘Él’ me lo demanden», recitó Cristina en el Congreso de la Nación, poseída por «Él» el 10 de diciembre de 2011.

El ánima de Néstor volvió a la Tierra en Villa Palito: «Si hay algún lugar donde siento que Él está presente es precisamente aquí», expresó Cristina Fernández convertida en una Pythia de luto.

Y ya transformada en parodia de sí misma, osó burlarse de «Él» y de la credulidad de sus seguidores. En un parlamento digno de comedia, elevó la mirada al cielo y dijo: «Él está allá arriba, con el Arsat 1 y el Arsat 2, una suerte de barrilete cósmico». El brujo López Rega quedó reducido a polvo luego de semejante despliegue de ocultismo.

Los funerales de Néstor Kirchner fueron una colosal puesta en escena que, a través de la televisación, mostró una sucesión de números pensados por un dramaturgo. Como en una obra de teatro, la viuda, de luto junto al cajón, iba recibiendo las demostraciones de afecto populares, encarnadas en distintos personajes que parecían salidos de un sainete criollo. Aquella ceremonia mortuoria, en la que jamás se vio al muerto, se vivió como una suerte de trasvasamiento del espíritu de Néstor al pueblo y del pueblo a la mujer que acababa de perder a su compañero. Y la magia funcionó: con Néstor Kirchner vivo el FPV se encaminaba a una derrota segura: apenas contaba con un 25% de imágen positiva. Luego de la muerte del expresidente, la viuda ascendió más de veinte puntos porcentuales en la consideración popular.

El peronismo siempre ha sido el más fabuloso artefacto narrativo que dio el país. Tal vez el encono de Borges para con Juan Domingo Perón haya tenido origen en aquella capacidad ficcional del que era dueño el general y que Borges ya hubiese querido para sí. Este dispositivo retórico tiene una particularidad: no sólo promete un futuro improbable, sino que narra un presente mendaz y reescribe un pasado que jamás ocurrió.

Las declaraciones de la viuda de López Rega a este medio ponen de manifiesto la mecánica de esta narrativa tan apta para construir falsas verdades como para desmentir evidencias históricas. «Me desespero por la cantidad de mentiras que se han dicho. Han creado un personaje como si hubiese sido un malvado de telenovela mexicana». Ni el más malo de las telenovelas se aproxima a la maldad de la que fue dueño José López Rega. La organización peronista Triple A dejó 685 víctimas entre muertos y desaparecidos. Peronismo puro, previo al golpe de 1976. Ningún malvado de telenovela alcanzó semejante marca. Montoneros, presentada por el kirchnerismo como una suerte de colonia de vacaciones juvenil gandhiana dejó, por su parte, 547 muertos. Piruetas narrativas justicialistas.

El encuentro casual que refiere la viuda de López Rega con Rodolfo Galimberti en una calle de Montreux, Suiza, demuestra que La Triple A y Montoneros siempre estuvieron en la misma vereda: la del peronismo. La narrativa los ubica en diferentes extremos. Pero todos saben que ambos provienen de la misma matriz: Tacuara.

Es apasionante encontrar en la viuda de López Rega los mismos recursos mágico-narrativos que hoy utiliza el kirchnerismo. «Lo acusaron, lo juzgaron, lo condenaron y lo mataron en prisión por mentiras». Es decir, López Rega no falleció de muerte natural, sino que fue víctima del poder de las infamias. Este mismo argumento, calcado, utilizan hoy quienes sostienen que Héctor Timerman fue asesinado por un grupo siniestro que con tanta fuerza le deseó el mal, que terminó muriendo a causa de la magia negra que obró con el poder del pensamiento. Es el «asesinato» que necesitan para equilibrar el homicidio de Nisman, quien no murió, precisamente, a causa de la mala sangre. Pura narrativa lopezreguista.

La viuda alcanza el paroxismo realista mágico cuando afirma: «Yo soy una alquimista. Puedo convertirlo en un sapo… pero no lo hago porque [usted] es demasiado amable». La misma lógica que gobierna el ambiguo discurso de Cristina Fernández. Hoy convertida en una viuda buena, una pobre mujer víctima de la persecución política, no parece ser la misma que lanzó una pérfida amenaza con ribetes hechiceros: «Sólo hay que tenerle miedo a Dios… y un poquito a mí».

El peronismo puede ser católico a ultranza o quemar iglesias, puede ser filofascista con la Alianza Libertadora Nacionalista o la Triple A, puede ser revolucionario y castrista con Montoneros, neo o ultraliberal con Menem y aquel Kirchner que impulsó la privatización de YPF o puede ser nacional y popular con la reestatización de la petrolera si es negocio. Las brujas del peronismo no existen. Pero que las hay, las hay. Y están dispuestas a practicar la magia blanca o, llegado el caso, la magia negra según convenga en cada momento.

Fuente: Infobae

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